24 junio, 2009

"How happy is the blameless vestal`s lot?
The world forgetting, by the world forgot.
Eternal sunshine of the spotless mind.
Each prayer accepted and each wish resigned"

-Alexander Pope-

21 junio, 2009

Mujer que baila

Me pasa a veces, cuando genero en mi misma el pensamiento que primero soy bailarina y después todo lo demás. Creo que siempre lo he pensado así, incluso siendo muy niña. La universidad fue para mí algo parecido a un “hobby”, aunque con bastante responsabilidad, pero la prioridad era bailar.
Hoy día duermo, como, camino, descanso, tomo decisiones, en fin vivo, en función de mi misma como bailarina. Después viene el resto.
Pero me pasa a veces que a ratos olvido que antes que bailarina, soy definitivamente, mujer.
Mujer que siente, observa, analiza, ama, llora, ríe , piensa, decide, se expresa y se involucra.
Antes que artista y bailarina, soy mujer.
Pero como yo, muchas artistas y bailarinas -si no todas, solo por dejar el beneficio de la duda- debemos poner aparte todo aquello que nos hace mujeres para salir a escena.
No importa cuan grande sea la preocupación que se sienta por el padre o hermano enfermo, no importa el dolor por la pareja que se va y se aleja, no importa el vacío de un ser querido difunto, ni la incertidumbre de una llamada que no se recibe o el resultado de un examen de sangre.
Pase lo que pase, hay que bailar.
Afrontar el día frente al espejo y la barra, repasar tantas veces los ensayos acertando cada corrección y más difícil aun, salir a escenario frente a un público que admira la expresividad del movimiento como si absolutamente nada irrumpe el espíritu de esa artista, mas que la sonrisa y el personaje que interpreta.
¡Y qué difícil se torna cuando no se puede sacar con la propia vibración del cuerpo lo que agita el alma!
El ballet lo defino no sólo como una pasión, sino también como una adicción, una dependencia, una necesidad, un modo de catarsis, un catalizador y un "canalizador".
Bailo y vivo.
Ese es el orden que asumo, pero el real es el otro y el segundo definitivamente depende del primero.

Somos mujeres, hijas, hermanas, amigas, novias, esposas y madres.
Somos artistas que sienten, lloran y se alegran de bienvenidas y despedidas, de éxitos y fracasos, de buenas y malas nuevas.
Y eso, no cabe duda, lo nota el cuerpo y el escenario.

paz.-

05 junio, 2009

Despedidas

Adiós han sido muchas veces.
Nos vemos pronto, otras más.
Me harás falta, te extraño. Espérame.
Abrazos sin saber cuando se vuelven a recibir.
Besos que no se dan nunca más.
Miradas que dicen “éxito”.
Manos que tocaron con tristeza.
Lágrimas tragadas que ahogaron.
Sonrisas falsas para no lastimar.
Rabia, llanto en silencio.
Serenidad.
Esperanza.
Será para bien.
Cuánto tiempo ha pasado. Cuánto tiempo pasará.
Y todo lo que puede pasar.
Tiempo…
Esperar.
Nuevas vidas, nuevos rostros.
Nuevos hasta pronto.
Otros te voy a extrañar.
Me escribes, si?
Incertidumbre que desvanece (o se calma) con el tiempo.
¿Se vuelve costumbre decir adiós?
¿Se puede ser inmune a las despedidas?
Costumbre.
Tiempo…
¿Volverás?

Renovar

Modificar.
Renovar.
Reiniciar.
Cambiar.
Volver a empezar.

No es la primera vez. Una vez, fue a otro estado, luego fue a otro país, luego de nuevo a otra ciudad, y dentro de esta última a tres sitios diferentes. Este será el cuarto. No se a donde voy aun, pero se que el lugar me espera y eso espero.

Los cambios siempre traen consigo una cuota de temor ante lo que no se conoce, ante lo que vendrá -que siempre es un esbozo-. También se pueden presentar con entusiasmo y optimismo.
En mi experiencia, han sido cambios contrastantes, pero no fueron difíciles de aceptar. Creo que soy alguien que se adapta al cambio con bastante (¿suficiente?) facilidad.

Sin embargo, en una parte queda la nostalgia.
Cambias de habitación, un espacio primero vacío e impersonal, que con la rutina se va haciendo propio. El color de las paredes, los libros comprados y leídos, los zarcillos que guindan en el espejo, las fotos tomadas, las velas que se derritieron y mancharon la mesita, las cenizas de los inciensos, las botellas de vino vacías, los recibos del cajero, las cremas a la mitad, las ollas quemadas por descuido, las zanahorias que se pudrieron esperando por ser comidas, las flores secas de las funciones, los periódicos amontonados…
No son sólo cosas, son vivencias acumuladas en pequeños detalles que las materializan. Ahí queda un poco de esa nostalgia, en los objetos que reunen recuerdos suficientes para transformar un espacio impersonal en mío.

Ahora me toca decidir cuales de esas cosas que moldearon parte de mi vida en el último año y medio se mudan conmigo y cuales se van a la basura, con el único fin de dejar lo pasado, y comenzar de nuevo a acumular nuevas cosas, nuevas experiencias.
Con algunas mudanzas encima, me doy cuenta que aunque lo ideal sería lograr un lugar permanente, mientras no exista, quizá sea sano cambiar de ambiente y renovar el espacio y así el espíritu. Al menos y hasta ahora, no he sentido ningún lugar mío.
Quizá por eso acepto los cambios.

paz.