28 febrero, 2010

Journal post-operatorio II - día 12

Doce días cuentan desde la cirugía y ya puedo caminar. Aunque aun cuento con el apoyo de las muletas, pero todo indica que voy por buen camino. Incluyendo opiniones de mi doc, de otros docs y de mi.
Insisto, no estoy acostumbrada a los reposos, ni en vacaciones me digno a asumir estos estados de inactividad física, pero he descubierto que puedo tener suficiente paciencia. O debe ser que estaba preparando mi mente desde hacía tiempo para esto.
Ayer, destapé el frasquito de Paciencia para tomarme una de mis gotitas diarias y sin darme cuenta ni cómo ni por qué se me derramó la gota, y luego tomé otra y se me volvió a derramar, y no hubo manera que me la tomara. Después de un rato fue cuando me di cuenta que las gotitas que debía tomar eran las de Autoconfianza, las que me recuerdan el por qué las decisiones que tomo siempre son las correctas.
Tomadas ambas, seguí acompañada de Cortázar con su Rayuela y tejiéndole un bolsito a mi Lau.

paz

22 febrero, 2010

Journal post-operatorio I - día 5

La primera vez que fui a la consulta con mi médico traumatólogo (quien me operó recientemente), me sentenció un reposo con estas palabras: "ustedes son el único gremio que odia cuando les dan reposos".
Y es así. Llevo cinco días en tal estado y no se cómo es que soportaré los diez que me quedan. Pero asumido está, y debo cumplirlo.
Luego de la cirugía, que valga decir resultó exitosa, pensé que me divertiría blogueando, leyendo, tejiendo, y estudiando francés, pero gracias a una incesante y superlativa migraña no había podido pensar mucho y poco me moví de mi cama.
Bueno para el tobillo, malo para mi espalda, terrible para mi cabeza y agobiante para mi mente.
Afortunadamente hoy cesó -y ruego que no vuelva- y pude agilizar la cabecita en otra cosa. Enterarse del mundo y gratas conversas estuvieron en el bureau, pero lo que más me llamó la atención es que tomé el teléfono y durante poco más de una hora no lo solté. Ya sea que me llamaron o yo llamé, creo que no me pasaba desde adolescente, cuando de tanto hablar me quedaba la oreja roja (seee..seee... yo hice eso).
Hace un buen tiempo ya leí en Brida de Paulo Coelho (seee... también leí a Coelho) que hablar por teléfono puede trasladarte a un estado similar al de "ciertos trances mágicos (...) nuestra mente entra en otra frecuencia, queda más receptiva al mundo invisible", todo porque el "ver" y el "hablar" quedan separados.
Y me di cuenta que es posible que el tiempo se pase sin uno darse cuenta, que te hablan a tu lado y optas por ignorar a quien ose interrumpir tu conversación telefónica, que asumes posturas corporales que luego pueden ser olvidadas y das respuestas que podrían no ser apropiadas. Conclusión, hablar por teléfono puede aislarte.
Si vale la pena la conversa, pues bienvenido sea el aislamiento, y la verdad a veces es hasta necesario. Pero en este caso, me justifico desde mi reposo, sin embargo no tolero ni un tanto, aquellos abundantes personajes que se aislan durante citas y reuniones sociales.
Pero ese post lo dejo para luego.

Sigo mejor.
paz.-

17 febrero, 2010

ya toca

Ahora solo escucho el silencio y respiro la brisa.
Ahora no pienso en más nada que en el os trígono, y en cuánto deseo que salga de donde está.
Ahora, en pocas horas me toca y yo no hago el intento de dormir.
Pero debo de. -ya Clau me dijo-
Nada como las decisiones que cuando se toman con seguridad otorgan una satisfacción casi plena. Pero eso no quita la leve ansiedad que me abarca en algún rinconcito de mi y que no logro hallarlo para sacarla.
Pero ahí voy.
Y creo que empezaré mi journal post operatorio... para entretenerme a falta de saut de chats!

*bendiciones para mi* ....gracias!

paz.-

06 febrero, 2010

¿Amor?

Hace un año, el Gabo me acompañó mientras conocía las tierras de Napoleón y Baudelaire, con El amor en tiempos de cólera. Es una historia fascinante -como bien sabe narrar él- que deja la interrogante en forma de rastro en el inconciente, o quizá en el bien conciente de lo que significa realmente el amor, protagonista de casi todas las historias.
Mi abuela decía que si no hay una historia de amor en una película entonces no es buena.
No hay manera de equivocarse en aquella afirmación, pues el trillado concepto le toca a todo el mundo la fibra, los nervios y el mediano músculo que está en el pecho el cual se acelera con cada encuentro y desencuentro amoroso. Incluso con un diminuto pensamiento.
Recién vi la película del homónimo libro, y -sin querer plasmar una idea crítica de la misma- podría decir que es primera vez que estoy de acuerdo con la manera como pasaron a 35mm una historia tan enriquecida y vívida. Claro está, nunca es igual que la imaginación embriagante que proporciona Gabriel García Márquez.
Sinceramente, creo que para vivir hay que amar. Sí hay tiempo, si no, no se vive.
El amor proporciona sosiego y angustia, esperanza y desaliento, alegría y descontentos, y con todos esos sentimientos y más, da VIDA.
Florentino Ariza desde joven, enamorado, sufrió por Fermina Daza ante su rechazo y juró esperarla hasta volverla a conquistar, pues ella era su verdadero amor. Así la espero 53 años, 7 meses y 11 días, hasta el día que por fin pudieron estar juntos. Su madre, cuando aun joven, lo consuela diciéndole que sufra todo lo que pueda, que ese sentimiento puede no volverlo a tener; su padre, al morir había dicho que lo único que lamentaba es no haber muerto por amor.
Esta es una historia con un final feliz, sin empalagamientos, que quizá sea cierta más frecuentemente de lo que uno se pueda imaginar. Con tanta gente que hay en este planeta, las historias de amor sobran.
El amor empieza en el propio y continúa en lo que haces para dárselo a otro o a otra, esa es una teoría que considero cierta y válida, y aunque no pretendo escribir un ensayo de un tema que aun no entiendo del todo y seguramente luego de más de 53 años tampoco lo sabré comprender a plenitud, creo que sí y definitivamente sí, somos seres que necesitamos del amor. Y en todas sus formas.
Si hay que sufrir, mejor que sea por amor. ¿O no?

"Los síntomas del amor se confunden con los del cólera"
G.G.M

05 febrero, 2010

su Maya

Como todas las noches antes de dormir, se asomó a la ventana, sacó medio cuerpo, respiró profundamente, tanteó en búsqueda de la luna y la saludó.
Las estrellas algunas veces le tintineaban, pero no era frecuente, pues el brillo de la ciudad no dejaba verlas claramente. Siempre tuvo la frente en alto y la seguridad dispuesta como una bandera en la proa del barco que zarpó cuando comenzaba su vida. Resuelta como me gustan las mujeres y siempre acompañada como si le hiciera falta estarlo. Esa noche su alma libre añoraba el sol, no porque la jornada había sido desfavorable, sino porque consideraba que como buen signo de fuego, su ángel y ella se entendían mejor con aquel astro incandescente al cual le hablaba como si fuera una vieja amiga.
Allí parada la veía sola, sin embargo ella decía estar acompañada.
Se dio cuenta más tarde, pero desde el primer momento no necesitó nada más que su fortaleza de espíritu, ni nadie más que aquel su ángel. Tenía muchas más preguntas en su desconcertado escenario, pero con la misma soltura con que consiguió todos sus logros, supo encontrarle respuesta a cada interrogante, como si en sus sueños alguien se las hubiese respondido con clases didácticas y exposiciones con videobeam.
Treinta y siete semanas han pasado, y mientras conversa con los astros y aquella mitad de luna, ella espera que su ángel decida salir y conocer ese sol con el cual ella habla, y esa música que todas las mañanas escucha, y ese canto que desde su ya reducida cuevita sigue escuchando.
Ella, mientras conversa con los astros y aquella mitad de luna, sólo espera por Maya.