30 mayo, 2011

Carta a usted -que ha venido- (I)

Acompaña mis días, mis dedos, mis dudas.
Abraza mi historia.
Déjame.


Quiero que sepa compañero, que creo saber la razón por la cual ha venido.
Usted ha venido para alegrar mis días, para dejar de esperar sin motivo, para empezar a armar nuevos modelos y avanzar en mejores caminos.
Quizá no lo sepa, pero desde usted sonrío sola, con razón y no la digo, y pues me basta tenerlo cerca o al menos presente. Usted desconoce que he cambiado algunos hábitos, no porque me lo haya pedido, yo misma lo hice sin darme cuenta, y ahora que lo noto no me molesta.
Es raro eso, sabe, que no me molesta.
A estas alturas quizá tampoco sepa que mi mente al hacer planes lo incluye y al andar lo piensa. A veces al cantar le canto, al meditar se me atraviesa y al bailar, muchas veces compañero, a usted le bailo.
Poco escribo, sabe.
No, no sabe que ahora poco escribo, porque en la soledad se hacía más fácil encontrar y dibujar palabras en frases acompasadas cual cómplices de un alma en constante monólogo.
Me pasa -igualmente lo ignora- que aprendo cada día de usted, de su modo altivo de pensar y ser, de su sencillo afán en dar y compartir, de su abrazo, de su cielo, de su mundo.
Y es usted, compañero, quien me brinda el sosiego que buena falta hacía, el descanso de la mente que anhelaba, por el placer de saberlo próximo.
Ahora le escribo compañero, cuando no lo había hecho nunca. Tal vez sí sea soledad la única que me incita a juntar palabras, entonces sólo espero que con usted pueda acumular historias, coleccionar memorias, generar nuevos pasados.
Ve compañero, yo creo saber por qué ha venido, y como lo dijo el gran Mario, sí puede contar conmigo.



paz.-

16 mayo, 2011

Introspección

Cuando de emociones se trata, en ocasiones me encuentro con todas volcadas en mi estómago. Quizá perciban otros un tanto de bipolaridad en los contrastes emocionales que se me presentan, pero desde las vísceras hasta la cabecita que tengo -bueno, algunas veces- me puedo entender.

Una cantidad de situaciones he estado viviendo en torno al Teatro y al oficio que hago. La cuota de incomprensión y escasa valoración del arte -que no sucede solo aquí, estoy segura- ha generado descontentos y acciones que nos ha encendido en los bailarines la lámpara de alerta en defensa de nuestra labor.
Y eso está bien, muy bien.

Es aquí donde se mezclan las emociones: dosis de decepción, pizcas de tristeza, cucharadas de impotencia. Sin embargo no merma la sobredosis de amor y ganas de seguir bailando y generando en el escenario lo que es imposible sentir en otro lugar. E insisto, en ningún otro lugar.

Luego de unos meses, vuelvo a la Ríos Reyna. Siempre me será emocionante montarme en ese escenario, no existe otro espacio que se compare, quizá por representar una meta lograda, retos que van andando y otros que vendrán. Hasta ahora, y a pesar de un montón de contratiempos, el 2011 se vislumbra con un montón de buenas y nuevas oportunidades que me llevan con ansiedad -de la buena- y –más- alegría a las tablas.

Cada día me convenzo más de que me encanta hacer lo que hago, para vivir –¿o sobrevivir?- pero definitivamente porque es mi razón poderosa de vida. Si me preguntan, esta vez seré tres personajes tan distintos e histriónicos, y cuánto me emociona interpretar cada uno como si ellos mismo representaran todo esta melcocha de emociones en un solo estómago.

Cupido, la Bruja y una chica que visitando un museo se enamora.
Así de distintos son.
Aseguro dejar los hiatos en estas Siluetas y explicarlos cada uno antes de bailarlos. A modo de hacer catarsis y compartir en letras –lo más que pueda- lo que danzo.


paz.-

11 mayo, 2011

Tres seres recientes

Por el día de las mamás (con retraso)

Celebro las madres, lo que hacen y lo que entregan por sus hijos.
Celebro la mía porque es la mejor, a pesar de una lista larga (¿y quién no la tiene para su mamá?)
Lo de abajo lo escribí en septiempre del año 2010, a mi regreso de haber conocido a Salvador, uno de los protagonistas de la historia.
No lo había publicado, así que después de un largo hiato en mis Siluetas y una libreta mal ubicada, lo saco a la luz de la web.
Gracias a las madres de estas tres personitas por hacerme tía.



La primera vez que vi a Sarah, no podía entender como un ser tan diminuto y amarillito de menos de tres kilos era capaz de generar y emanar tanta energía. Sus mejillas, su respiración, su paz me enamoraron enseguida y ahí mismo me di cuenta lo fácil que era simplemente verla y que así pasaran horas.
Siete meses después, me encontré con Maya, sólo mil gramos más que Sarah y un montón de pelos azabache y disparados que la hacían ver tan adorable dentro de sus ropas rosadas.
Hace una semana fue Salvador, quien con sólo ocho días de vida me impactó con su mirada profunda, como hurgando a través de mis ojos los pensamientos que debido a nuestro encuentro, yo generaba.

En cada encuentro, sentí paz que sólo un ser de pocas horas de haber conocido este mundo puede lograr. En cada nueva personita, me di cuenta cuán diferentes somos los seres humanos desde el momento que nuestras madres nos tienen dentro de sus vientres y aceptan traernos al mundo.

Con Sarah entendí el amor sin condiciones, sentí un pedacito de mi misma transmutado en la criatura más hermosa que había visto –y que aun lo es (*)- y además salió de mi un “cariño maternal” que de alguna manera creía extinto.

Maya me demostró que desde que somos embriones sentimos absolutamente todo, y que la conexión con el ser que nos da la vida es lo que nos mantiene vivos o no. A través de ella, también valoré sin preámbulos la importancia de que primero se es mujer y después bailarina, o todo lo demás, que no importan las circunstancias, se sigue porque sí se puede.

Salvador, con sus ojos profundos y meditabundos me explicó la valentía… El valor de ser madre, aceptarlo felizmente sin haberlo esperado y de la fortaleza de espíritu que da un hijo a pesar de no contar repentinamente con la presencia de quien sería su abuela.

Sarah, Maya y Salvador me han dado la alegría de ser tía y aunque no me animo –ni pronto siquiera- a las labores maternas, tener en mi vida estas tres criaturas me ha enseñado en poco tiempo del valor, la admiración, el coraje y lo especial de ser mujer y madre, y de disfrutar cada momento que comparto con ellas y él, porque pronto crecen y todo cambia. Como la vida misma.