Empezó este veintediez.
Y yo nada que me animaba a escribir. Ya es hora, y aquí voy.
Me excusaré en el hecho de que ando de vacaciones aun, así que mi cuerpo ha estado de descanso de la danza desde la última función de diciembre. Un tiempo largo, larguísimo de hecho pero necesario para lo que ahora debo asumir.
Hace unos días coincidí con un colega en alguna andanza, y me dijo "qué haces aquí, yo pensé que andabas de viaje". Y pues me quedó esto en la mente de recordar que hace una año estaba yo paseando, bailando y escribiendo en este blog desde el viejo mundo. En mis planes estaba que para esta fecha volvería a recorrer otras tierras, pero esta vez mi decisión fue otra.
La temporada pasada -completa- estuve lididando entre la alegría y satisfacción que me dan el bailar como profesión, y la agonía de hacer eso mismo con dolor. Real dolor.
Lesión, dolor, bailar a pesar de ello, reposo, volver poco a poco, el dolor sigue, no importa, baila, duele, no importa, escenario, sigue doliendo, reposo -no quiero, sigo, bailo, duele, bailo, bailo, bailo, duele? sí duele...
Algo así, en resumen, fue mi año.
No fue un mal año, de hecho exploré a través de diferentes personajes, mi capacidad histriónica, mi entrega en cada sentimiento en cada rol, mi amor por esto... a pesar del dolor.
Los tobillos. Ellos me marcaron el dosmilnueve y fue tanta mi negación que ni tan siquiera en este blog quise escribir lo que debía asumir hace un tiempo.
Después de muchos exámenes, terapias, frustraciones y rabias tuve un diagnóstico:
Sindrome del Os Trígono.
Solución: cirugía.
Para quien danza, conoce bien lo que esto implica. Y en un tobillo, cuya fortaleza me permite pararme sobre las puntas, es mucho más delicado.
No lo haré, me dije, eso no es conmigo. Y acudí a la acupuntura, terapia neural, meditación, un boticario de cremas analgésicas y antiinflamatorios diarios y religiosos, que me ayudaron a soportar el dolor pero no a solucionar el problema.
Así que luego de una temporada llena de sorpresas y en la tranquilidad del descanso físico y mental, esta bailarina decidió asumir lo que mucho temía, pero que ya está tan claro que libremente puedo escribir de ello y entregarme con seguridad a una cirugía que será el inicio a una mejor [berna] en escena.
Luego que lo escribo me suena cursi, pero son las palabras de optimismo que me doy y que vienen de mi, porque sé que esto será para bien.
Extrañaré, la barra, la sala H y las tablas por un tiempo, pero será el justo y necesario para acabar con este huesito necio y todos los dolores de cabeza que me ha generado.
A partir de ahora, adiós Os Trígono!