31 agosto, 2009

Vuelvo a bailar

Cuatro meses cuentan desde La Cantata Criolla: la última vez que usé mis puntas en el escenario. Para algunos quizá poco tiempo, para mí demasiado. A pesar de los numerosos altibajos emocionales con picos bruscos, he aprendido a ser paciente, a ver más allá, a razonar (¿más?) incluso con rabia, y a entender cómo funciona el cuerpo, especialmente mis tobillos.

Este fin de semana vuelvo a bailar, estrenando dos piezas: Guaraira Repano, coreografía de Mariela Delgado y Tarde en la Siesta del cubano Alberto Méndez. La primera genera en mí un gran deleite, un placer que origina la sensual música de Arturo Márquez en su Danzón No.2; y que finalmente bailo, después de tantas horas de ensayos y de tantos inconvenientes.

La segunda, es un reto lleno de sentimientos acertadamente encontrados, una autodemostración de autoconfianza, un estambre de cosas por decir y querer decir, un espacio de mediana liberación, un desahogo de ideas. ¿Todo eso lo puede hacer un ballet? En mí, sí. Por eso vivo de esto.

Ambientado a finales del siglo XIX, el ballet es un pas de quatre de cuatro hermanas cuyos nombres coinciden con sus propias personalidades. Esperanza, la menor, es la adolescente juguetona quien ilusionada espera el amor de su vida. Dulce, es la alegre mujer casada y satisfecha con lo que la vida le ha bien otorgado, incluyendo sus hermanas. A Soledad la asedia la angustia y el vacío generados por el abandono del hombre a quien realmente ama, ella se ahoga en el desespero de su propia soledad. Por último, Consuelo, la hermana mayor quien hace las veces de madre y guía, pero que tiene un pasado triste por su viudez y un alma asfixiada dentro del cuerpo de una mujer que quiere sentir y vivir a plenitud.

Estas son las cuatro hermanas de Tarde en la Siesta, cuatro caracteres, cuatro historias, cuatro modos de ser y sentir. Sólo cuatro, apasionadas plenamente.

Yo soy Soledad.
Pero ella, a quien le agradezco haberme invadido con descaro y sin permiso, merece un post aparte.

paz.-

Enamorada de ti, Sarah

He estado lejos de estas siluetas. No ha sido por falta de inspiración, sino por una incomprensible ausencia de ánimos.

Aquí va mi primera inspiración: soy tía.

El pasado jueves 20 de agosto nació Sarah Marcela.

Hace 8 meses atrás, cuando supe la noticia, me llené de emociones, de expectativas, de ansiedad. Hace tiempo la esperaba y quería desde lo más profundo que fuese niña. Quizá porque me siento tan bien en mi semblante de mujer, o quizá porque me parece que las niñas son más tiernas.

Pero esta ensalada de sentimientos se fueron mezclando aun más a medida que avanzaba el tiempo y crecía la hermosa panza de su mamá.

No pude estar allí cuando nació, no la vi siquiera en el retén de la clínica, no supe de qué modo la alimentó J por primera vez.

Dos días después, la conocí: dormía envidiablemente, en un sueño profundo que sólo los recién nacidos logran y que nosotros los más grandes añoramos.

Su nariz y mejillas sonrojadas, su diminuto cuerpito que crecía y disminuía con cada respiración, su paz, su aura brillante, su pocos y lisos cabellos…todo despertó en mí la sensación foránea y deliciosa de sentirla parte de mi.

La mayor incertidumbre para mi era el cómo-se-siente el hecho de conocer un ser humano nuevo que viene de mi propia sangre. Y la verdad, fue tan inesperado que apenas la tuve en frente, no pude evitar llorar.

Lloré porque apenas la vi, me enamoró. Descubrí cuánto la amo, que llevo ocho meses y un poquito más amándola, y que la seguiré amando por el resto de mis días.

Hermosa -la más hermosa-, mágica, seductora, adorable, angelical, noble, delicada, artística, sosegada, encantadora….

Me enamoré locamente de la criatura más hermosa –insisto- la más hermosa que mis ojos han visto; pareciera que no haría falta ver nada más.

Amé a mi hermano por ser papá, amé a J por ser mamá y los amé a ambos por hacerme tía.

Por estar lejos, seguramente en muchas cosas no estaré presente durante esta etapa, pero hoy tengo una razón más para despertar, para vivir y para sentir.


paz.-

17 agosto, 2009

"Que gane el quiero la guerra del puedo"

Estos: días raros, complejos, revoloteados.
Este: fin de semana nostálgico, escurridizo, sorpresivo.
Esto: deseo de escribir y decir mucho (o sólo lo necesario)
Esta: sensación de voluntad en modo hibernación.

Mientras estos, este, esto y esta pasan, yo dejo el link a esta canción que me circula la cabeza desde el último ataque de Sabina que me pegó y me pegaron (que me pegaste). -y me refiero a esos ataques de "escucho por horas y días más nadie ni nada que Sabina"-
Enjoy!


"Que el fin del mundo te pille bailando,

que el escenario me tiña las canas,
que nunca sepas ni cómo, ni cuándo,
ni ciento volando, ni ayer ni mañana"

10 agosto, 2009

La noche era silenciosa y nublada. La verdad no decía nada. El aire que soplaba el ventilador que encontró, le refrescaba un poco el seco ambiente de un cielo sin luna. Acostada, buscando atemperar más agradablemente el cuerpo, sintió su mirada penetrante, como nunca la había percibido. El brillo de su piel le despertó el deseo que había guardado por otros asuntos que ella no entendía. Por no entender, ella no hizo nada. Él se deslizó sigilosamente entre las sábanas, con las ganas ocultas por el temor de volver. Ella sintió sus manos cálidas en su cintura y en su vientre y se le estremecieron los muslos, los pechos, la espalda y los tobillos. No hizo nada, pero en ese momento fue inmensamente feliz. Él no quiso perder el tiempo -ya lo había desperdiciado demasiado- y con una brusca pero deliciosa fuerza la acercó hacia él mientras sus corazones se sincronizaban en un allegro molto.
Ella cerró los ojos y sintió su aliento, su vientre, sus pies y se dejó llevar –hace tiempo lo esperaba-.
Abrió los ojos y de nuevo, no estaba.
Su corazón volvió al
andante, acomodó las sábanas, quitó el ventilador y escondió su vientre.


"No consigo dormir. Tengo una mujer atravesada entre los párpados. Si pudiera, le diría que se vaya, pero tengo una mujer atravesada en la garganta" -Eduardo Galeano-

Nadar, nadar! (fe de erratas)

Por distraída, tonta, sonámbula o qué se yo, he borrado por equivocación esta entrada publicada el 27.05.09. Se me ocurrió buscarla en la memoria caché de google et voilá! Así que estará repetida, para mí no para usted, y así no perderla de esta memoria digital de lo que escribo y soy. Con sus comentarios inclusive.
Salud!

27.5.09

Nadar, Nadar!

Estoy segura que cada quien tiene sus modos personales de lidiar con la tristeza. Yo veo Buscando a Nemo, la película de Disney.
Quizá no me quite de raíz lo que me esté haciendo sentir mal, pero al menos sonrío (y río mucho por cierto) y vuelvo a recordar la escena en la que Dori (personaje con quien a veces me siento identificada) le pregunta a Marlin (el papá de Nemo) "si la vida te derrota, ¿qué hay que hacer?", como Marlin no sabe, ella le responde con esta canción que seguramente la tendré en mi cabeza hoy todo el día: "Nadaremos, nadaremos, en el mar, el mar, el mar, qué hay que hacer? nadar, nadar".
Una parte de Cien Años de Soledad del Gabo, se desarrolla en el marco de un diluvio que duró "cuatro años, once meses y dos días". Al final del período, el pueblo de Macondo quedó devastado bajo los escombros, sin embargo la "Calle de los Turcos" estaba llena de alegría a pesar de la tragedia. Aureliano Segundo, confundido, le pregunta a los habitantes de la zona "de qué recursos misteriosos se habían valido para no naufragar en la tormenta, cómo diablos habían hecho para no ahogarse". La respuesta, para mi sorpresa fue: "Nadando".
Lo dice Gabo.
Lo dice Dori.
Quizá sea cierto que cuando las cosas van mal lo mejor es seguir nadando. Dejar que la vida fluya, que siga su rumbo mientras nadamos con la corriente.
Más tarde las cosas se esclarecen, o toman un camino que nos hace sentir mejor.
Yo mientras tanto sigo viendo a Dori en los momentos bajos, para que me siga recordando eso que muchas veces olvido.

2 comentarios:

Karla dijo...

Nada! yo no lo hago en el agua, me da miedo, lo hago en la tierra y en el aire! Y muchas veces acompañada de ti.

Mayra Cecilia dijo...

Mi niña rubia....tú como nadie sabes nadar entre los inciensos, los sueños y las nubes.Nada, absolutamente nada, puede empañar tu alegría de pajarito nocturno.No dejes que suceda.Sí?...La vida, como la música, tiene sus allegros.Amurallate a ellos y sigue adelante.Un beso de tu otra mamá.

06 agosto, 2009

Aunque los tiempos cambien

Volví al lugar de donde salí hace tiempo sin ganas de volver.
Volví a la ciudad que mejor conozco, donde crecí y conocí mis más grandes amigos.
Y fueron precisamente estos -los que aun viven aquí- con los que me reencontré. No me había dado cuenta cuánto extrañaba reírme a carcajadas con ellos y decirnos las verdades descaradas de frente sin secretos ni mentiras. Tomé el valor nuevamente de recordar cómo es que se dicen las cosas sin filtros para decirles cómo andaba mi vida estos días, estos meses, estos años. No anduve mal, pero pude hacerlo mejor. Falta de práctica, debe ser.
No son amigos, son mis hermanos. Lo han sido por mucho tiempo y las hemos pasado rosadas y negras, digo muy buenas y muy malas. A veces estamos, otras no. En algunas épocas vivimos sabiendo el uno del otro casi a diario, otras, simplemente no sabíamos nada. En esta época, para variar, la que no sabía nada era yo. Ni yo de ellos, ni ellos de mi. No me siento mal por eso, la vida va así. Pero me hizo felíz saber que aun están ahí, que aun son seres extraordinarios, que no importa lo que vivamos, viajemos, crezcamos, o la gente que conozcamos, siempre van a estar ahí. Pasamos de ser estudiantes de bachillerato a profesionales con sueldo, y cada uno tan diferente! Carlucho
-el mayor aunque no lo acepta- con fecha de boda fija, Henry enamorado y contento, y Samy madre de Daniella, nuestra primera y hermosa sobrina putativa.
Cuando lo dejaba en su casa, Carlucho me dijo “chévere va a ser cuando nos reunamos y cada uno de nosotros tenga su hijo”. Aunque bromeo y le digo que por mi van a tener que esperar bastante, pensé también que sí, va a ser “chévere”. Cada uno con su (o sus) hijo(s) reunidos, con el whisky respectivo –vino para mi, gracias- aun riéndonos a carcajadas, con las verdades por delante y todo el amor que como hermanos no ha mermado a pesar del tiempo y la distancia.
Valen seguramente también disfruta esto.