10 noviembre, 2012

Una danza "para vivir"

A estas alturas de mi vida profesional, aun no se cuál de las dos situaciones es la que me sucede realmente: si  me conecto acertadamente con cada rol que danzo, o si el “Universo conspira” para que yo me conecte más.

Desde que el momento que el maestro me dijo que bailaría “Para vivir” de Pablo Milanés, supe que debía dosificarme, para lograrlo sin desmoronarme, como lo hace la letra de la canción.

La lejanía, la aceptación del fracaso, la leve esperanza que se esfuma, el adiós definitivo.

Foto: Emilio Méndez
El momento fue oportuno y quizá debía ser así, porque cada vez estoy más convencida que lo que no se aprende en la vida, es difícil mostrarlo en escenario, o al menos puede resultar hipócrita.

Aunque de eso se trata ser artista, de crear personajes de la nada, interpretarlos y hacer creer. Sin embargo, considero más real sufrirlo y gozarlo como se haría en la vida misma. Con la sensación en la sangre y el sentimiento verdadero. Claro, que luego debes manejarlo, concentrarlo y medirlo -como también se aprende- sino se termina viviendo lo mismo una y otra vez en cada ensayo, y terminas sufriendo continuamente.

Sacar los sentimientos vividos del corazón, mirarlos desde afuera, usarlos como herramienta y danzarlos. Eso sucedió con “Para vivir”, un pas de deux para sentir y drenar lo que definitivamente no sé decir con palabras.

Incluso ahora, tratando de describirlo, no lo logro.



 
Foto: Orlando Corona