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30 mayo, 2011

Carta a usted -que ha venido- (I)

Acompaña mis días, mis dedos, mis dudas.
Abraza mi historia.
Déjame.


Quiero que sepa compañero, que creo saber la razón por la cual ha venido.
Usted ha venido para alegrar mis días, para dejar de esperar sin motivo, para empezar a armar nuevos modelos y avanzar en mejores caminos.
Quizá no lo sepa, pero desde usted sonrío sola, con razón y no la digo, y pues me basta tenerlo cerca o al menos presente. Usted desconoce que he cambiado algunos hábitos, no porque me lo haya pedido, yo misma lo hice sin darme cuenta, y ahora que lo noto no me molesta.
Es raro eso, sabe, que no me molesta.
A estas alturas quizá tampoco sepa que mi mente al hacer planes lo incluye y al andar lo piensa. A veces al cantar le canto, al meditar se me atraviesa y al bailar, muchas veces compañero, a usted le bailo.
Poco escribo, sabe.
No, no sabe que ahora poco escribo, porque en la soledad se hacía más fácil encontrar y dibujar palabras en frases acompasadas cual cómplices de un alma en constante monólogo.
Me pasa -igualmente lo ignora- que aprendo cada día de usted, de su modo altivo de pensar y ser, de su sencillo afán en dar y compartir, de su abrazo, de su cielo, de su mundo.
Y es usted, compañero, quien me brinda el sosiego que buena falta hacía, el descanso de la mente que anhelaba, por el placer de saberlo próximo.
Ahora le escribo compañero, cuando no lo había hecho nunca. Tal vez sí sea soledad la única que me incita a juntar palabras, entonces sólo espero que con usted pueda acumular historias, coleccionar memorias, generar nuevos pasados.
Ve compañero, yo creo saber por qué ha venido, y como lo dijo el gran Mario, sí puede contar conmigo.



paz.-

21 enero, 2011

Diecinueve días

Si Aymara, con su irrefutable don de pitonisa me hubiera advertido lo que sucedería, quizá la historia hubiera sido distinta. Nunca he dudado de su poder con el tarot de ver y predecir lo que -seguramente- todos los mortales quisiéramos, y sin embargo le hubiera rebatido por sobre todas las cosas que todo lo que sucedió, en efecto ocurriría.
A Bruno lo conocí una tarde.
Caminaba hacia el teatro cuando me conseguí a Renata, una amiga que poco frecuento, pero los minutos siempre son suficientes para reencontrarnos y hablar lo justo, a fin de saber si estamos bien o mal, para disfrutarlo o reconfortarnos.
Bruno la acompañaba.
Su carisma llamó mi atención, pero más nada. Simpático y apacible, nunca se sintió fuera de lugar en una conversación de mujeres con un par de meses sin verse. Los invité a ambos a la función, y fue Bruno quien la animó a ella y finalmente aceptó.
La propuesta no era muy buena, pero nos sirvió a los tres para relajarnos, reírnos y tener una excusa para terminar la velada con una copa de vino cada uno.
Una se convirtió en tres, y así nos pusimos al tanto Renata y yo.
A la vez que nos conocimos, Bruno y yo.
No coincidíamos en actividad o en modo de vida, pero sí mucho en modo de pensar y de ser. Pero esto no lo supe sino meses después, incluso después de conversar con Aymara.
(Y ella dice que no vio nada, ¿o no me lo quiso decir?)
Una noche, ya no recuerdo por qué ni cómo, supe que bailaba.
Debió ser algo con las feromonas, que le dicen, pero en aquellos instantes de pasos y danzas sentí en su olor la certeza y seguridad de su filosofía, vi en sus ojos su manera de amar y palpé en sus manos la técnica de su pincel.
No hicieron falta palabras, solo labios, lengua y saliva.
No hicieron falta más bailes, sino caderas, piernas y tobillos.
Ritmo, agua, cadencia, ganas, humo, deseo. Ninguno necesitaba más nada.
No hubo “te quieros” sufridos, ni “quédates” sin esperanzas. Hubo varios “por qués” sin respuestas, y “qué hubiera sidos”.
Pero creíamos haberlo dejado claro, o quizá hubo miedo en dejarlo claro.
(Aymara me decía -aun me lo dice- que el miedo es lo que paraliza. No se lo discuto.)
Se que ninguno lo predijo ni lo comentó, sin embargo, ambos lo vivimos como si el amor pudiera ser capaz de nacer, crecer y morir en tan sólo diecinueve días. ¡Qué casualidad, como lo dice Sabina!
(¿Acaso Aymara me advertirá acerca de las próximas quinientas noches?)

A Bruno a veces lo vuelvo a ver, camino al teatro y en los reflejos de la luna sobre el mar.

05 septiembre, 2010

Carta silente (II)

Pasé de nuevo porque se que lo necesitabas y aquí te ofrezco mi caricia en pro de evitarte más nostalgias, aunque se que no ayudo y hago exactamente lo contrario. No quiero hacerte sentir mal, pues lo he notado últimamente.
Antes no era así.
Recuerdo las montañas, la Torre, el mar, los aires que anduvimos y tú disfrutabas tanto de mi compañía. Incluso mientras buscabas compartir con y en otro ser, algo te decía que preferías sentirlo conmigo. Y así nos enajenamos en ambos nuestros mundos que se convirtieron en uno.
Lo disfrutabas, pero a pesar que quieras engañarme, ya no.
Cada día noto que me buscas con ansiedad pero parece más costumbre que deseo de conocer nuevos espacios y renovar ideas. Me percato del desgaste que ahora ocasiono en ti. Justo cuando trato de apartarme, empiezas a notar el cambio, te agrada, te dejas ir, hasta que lo controlas de nuevo y me succionas como si yo no debiera ir a sanar otro corazón que intenta latir de un modo nuevo. No te acostumbres a mi porque hago daño y no es lo que aspiro. Existo en ti para vivirnos y aprendernos mutuamente. Tú lo sabes, ya no me necesitas, déjame ir, estarás bien por tu cuenta y también lo disfrutarás. No te preocupes, seguramente nos volveremos a ver y notarás cuánto más gratificante y pleno es retornar, no por costumbre sino por deseo sincero.

Siempre en ti y tuya, Soledad.

12 marzo, 2010

requiero permiso

Déjame contarte las estrellas que descubrí con un aire seco y calmo de un espacio sombrío.
Déjame verter los colores que he plasmado sin sombras en la lona que empecé una mañana gris.
Déjame mostrarte la música que vibra mi vientre en las noches cuando aturden los silencios.
Déjame susurrarte los pálpitos indómitos de agujeros vespertinos frente a la montaña.
Déjame mancharte con el beso que no podré darte entre humo de alcobas y calles gélidas sin nombres.
Déjame esbozarte las palabras creadas para ser dichas.
Déjame confesarte las que fueron hechas para ser oprimidas.
Déjame hilvanarte una red de incertidumbres y desganos, déjame despojarte de su verdad.
Déjame vislumbrar el espacio en el que me puedas calar tu inapetente destino.
Déjame presentirte y ocultarte.
Déjame hurgarte en los pliegues de tu armadura de cerato.
Déjame respirar tu cendal hipócrita con media copa de vino tinto.
Déjate hallarte.
Déjame ser.

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05 febrero, 2010

su Maya

Como todas las noches antes de dormir, se asomó a la ventana, sacó medio cuerpo, respiró profundamente, tanteó en búsqueda de la luna y la saludó.
Las estrellas algunas veces le tintineaban, pero no era frecuente, pues el brillo de la ciudad no dejaba verlas claramente. Siempre tuvo la frente en alto y la seguridad dispuesta como una bandera en la proa del barco que zarpó cuando comenzaba su vida. Resuelta como me gustan las mujeres y siempre acompañada como si le hiciera falta estarlo. Esa noche su alma libre añoraba el sol, no porque la jornada había sido desfavorable, sino porque consideraba que como buen signo de fuego, su ángel y ella se entendían mejor con aquel astro incandescente al cual le hablaba como si fuera una vieja amiga.
Allí parada la veía sola, sin embargo ella decía estar acompañada.
Se dio cuenta más tarde, pero desde el primer momento no necesitó nada más que su fortaleza de espíritu, ni nadie más que aquel su ángel. Tenía muchas más preguntas en su desconcertado escenario, pero con la misma soltura con que consiguió todos sus logros, supo encontrarle respuesta a cada interrogante, como si en sus sueños alguien se las hubiese respondido con clases didácticas y exposiciones con videobeam.
Treinta y siete semanas han pasado, y mientras conversa con los astros y aquella mitad de luna, ella espera que su ángel decida salir y conocer ese sol con el cual ella habla, y esa música que todas las mañanas escucha, y ese canto que desde su ya reducida cuevita sigue escuchando.
Ella, mientras conversa con los astros y aquella mitad de luna, sólo espera por Maya.

13 diciembre, 2009

(*)

No me di cuenta cuando dejé de buscarte en cada color que pinta el brillo del sol.
No me fijé en el momento en el que ya no te percibía la montaña.
Estuve tantas veces divagando en pensamientos que se desvaneció la razón de mis andanzas. Olía tu piel, rememoraba tu andar, recorría tus miradas, pero se me perdieron y no se donde están.
No se trata de olvidos sino del descanso de hurgar entre los surcos de mi rutina el posible escozor de tu presencia.
(Quizá sea) mejor así... ya no irrumpe tanto en mis sentidos lo que incomoda tu ausencia.
Dejé de paso el camino a ver como es que la vida viene y va.
Y sin ti, siempre viene. Sin ti, siempre va.

04 diciembre, 2009

Lasitud

Involucrada en su recuerdo, sola estaba una vez más.
Desnuda, despojada, alejada.
Como siempre quiso o creyó querer.
Una línea húmeda y convexa dividía su mejilla derecha, mientras intentaba con angustia que no se le humedeciera la izquierda.
Contaba los días, las horas y los minutos en un intento de olvidar, pues siempre los números la distraían, pero sabía desde su inconsciente que aquella actividad le perturbaba su tranquilidad.
Quizá era una forma de autosabotaje; no era la única mujer en el mundo que lo hacía.
El tango que escuchó esa noche le dio la excusa de recordar, la lluvia que empezaba a cubrir la ciudad le dio el permiso de reprocharse el "¿por qué yo?" de las mentes débiles.
Se permitió sentir frágil, mustia, absorta en sus confusas emociones. Y se dejó ahogar en la nostalgia, la desesperanza y su deseada soledad.
Por un momento, se alejó de su seguridad y sus ganas de seguir para dejarse vencer por el cansancio que a otros derrota. En ese estado volvió a la realidad que deseaba, en la cual la pena no vence y se infiltra el sosiego en cada átomo, en cada célula.
Allí quiso percibir la sensación y mantenerla.
Allí no pudo recordar nada.

05 octubre, 2009

Abstinencia

A veces te prefiero ausente, sin la ilusión de tu mirada, sin la sensación de tu llegada, sin el olor que percibo detrás de tu oreja. Sin el frío de mis pies.
A ratos te prefiero silente, sin el orgullo de tu filosofía, sin el rastro del aire que respiras, sin las palabras que no dices. Sin mi agotada sapiencia.
Y sigo y te prefiero omitido, como un recuerdo vano, como el camino no recorrido, como la decisión prescindida.
En ocasiones te prefiero lejano, sin la ansiedad de tu presencia, sin la seguridad que emanas, sin tu traslúcida coraza.
En mi pensamiento, te callo y te escondo.
A veces, sólo a veces, deseo obviarte, postergarte.
Y reservarme la evocación de tus manos en mi cintura.
Y alejar el deseo de pintarte sonrisas. Y olvidar el ruido de mi cama oxidada.
Pero hoy no quiero.
Hoy simplemente me abstengo de ti.

12 septiembre, 2009

Soledad y yo...

De las cuatro hermanas fui Soledad. (Tarde en la Siesta)
La desesperada, un tanto histérica, siempre en su mundo incapaz siquiera de querer salir de él.
Soledad, sola, solitaria. La que dejó su amado.
Sentí cómo interpretarla y pude entenderla.
Supe lo que Soledad sentía, supe lo que quería decir al mundo. Supe comprender y bailar en el escenario cuando se quiere gritar sin poder hacerlo. Cuando ella se ahoga sin entender cómo llegó a ese punto.
Como si fuera el momento justo de danzarla y sentirla en mis venas.
La vida está llena de coincidencias que realmente no lo son.
Eso es lo que creo. Esto es lo que Soledad me dijo. Esto es lo que ella me quiso decir, para que a través de la música y la coreografía mi público tratase de entenderlo.
Aquí, en palabras, lo que dancé.
Y advierto, no es fácil traducir en letras lo que se baila en puntas y con el alma.


Te siento, allá, allá, ven.
Se me desgarra el alma porque no estas.
Mi miel y mi veneno los volqué en ti y te los llevaste y me dejaste con el aliento seco y sin sabor.
Te sigo, te persigo, te busco no te encuentro.
Dónde está el sueño que me creé, que me inventé, que me ofreciste.
Siento en mi sangre el vibrar de tu voz, siento en el aire que hoy respiro la sensación de tu olvido, siento en mi vientre las manos que me tocaron y penetraron mis nervios hasta el último vestigio.
¿Dónde? ¿Cuándo?
¡Vete ya!
Si te fuiste, no aparezcas.
Si te rendiste, no vuelvas.
Si te encuentro, no me recuerdes.
Aunque por ti en vida muera, aunque se agoten msi ansias y mi brío, a tí te pido.
Vuelve, pero que no te vea.
No vuelvas pero no me olvides.
Estoy cansada de amarte sin poder evitarlo.
Te odio. Te amo. Te dejo ir.
-BC-


Anexo: Esta no soy yo, sino Rosario Suárez, bailando la variación. Una increíble interpretación -a mi parecer-.
Con ella estudié este papel.
Con ella... y con esto que le llamamos vida.


03 septiembre, 2009

Ellas

[ a Galeano en su día ]

Ella contaba con unos 10 años. Ella era su maestra de ballet.
Ella no era de las mejores, de hecho parecía no querer hacer nada bien. Un día Ella
observa a Ella llorando inconsolablemente y le pregunta qué le pasa. Ella le cuenta que su tía le discutió y la ha sacado de su casa, no sabe nada de su abuela hace días y su mamá tiene tiempo que no la ve. Ella tragó amargo tratando de entender cómo Ella podía vivir tal episodio con sólo una década de vida. Ahora Ella entiende que no es que no le gusta bailar, que sí le gusta, lo disfruta y (quizá) le permite escapar. Hoy bailo por Ella y por Ella.
Que mis danzas sean por siempre un homenaje a quienes a pesar de las circunstancias siguen bailando.

¡Feliz Cumpleaños Eduardo! ¡Gracias por escribir!

10 agosto, 2009

La noche era silenciosa y nublada. La verdad no decía nada. El aire que soplaba el ventilador que encontró, le refrescaba un poco el seco ambiente de un cielo sin luna. Acostada, buscando atemperar más agradablemente el cuerpo, sintió su mirada penetrante, como nunca la había percibido. El brillo de su piel le despertó el deseo que había guardado por otros asuntos que ella no entendía. Por no entender, ella no hizo nada. Él se deslizó sigilosamente entre las sábanas, con las ganas ocultas por el temor de volver. Ella sintió sus manos cálidas en su cintura y en su vientre y se le estremecieron los muslos, los pechos, la espalda y los tobillos. No hizo nada, pero en ese momento fue inmensamente feliz. Él no quiso perder el tiempo -ya lo había desperdiciado demasiado- y con una brusca pero deliciosa fuerza la acercó hacia él mientras sus corazones se sincronizaban en un allegro molto.
Ella cerró los ojos y sintió su aliento, su vientre, sus pies y se dejó llevar –hace tiempo lo esperaba-.
Abrió los ojos y de nuevo, no estaba.
Su corazón volvió al
andante, acomodó las sábanas, quitó el ventilador y escondió su vientre.


"No consigo dormir. Tengo una mujer atravesada entre los párpados. Si pudiera, le diría que se vaya, pero tengo una mujer atravesada en la garganta" -Eduardo Galeano-

05 junio, 2009

Despedidas

Adiós han sido muchas veces.
Nos vemos pronto, otras más.
Me harás falta, te extraño. Espérame.
Abrazos sin saber cuando se vuelven a recibir.
Besos que no se dan nunca más.
Miradas que dicen “éxito”.
Manos que tocaron con tristeza.
Lágrimas tragadas que ahogaron.
Sonrisas falsas para no lastimar.
Rabia, llanto en silencio.
Serenidad.
Esperanza.
Será para bien.
Cuánto tiempo ha pasado. Cuánto tiempo pasará.
Y todo lo que puede pasar.
Tiempo…
Esperar.
Nuevas vidas, nuevos rostros.
Nuevos hasta pronto.
Otros te voy a extrañar.
Me escribes, si?
Incertidumbre que desvanece (o se calma) con el tiempo.
¿Se vuelve costumbre decir adiós?
¿Se puede ser inmune a las despedidas?
Costumbre.
Tiempo…
¿Volverás?

10 mayo, 2009

Para un ángel de piel canela

Quiero decirte que te admiro.
Porque eres una mujer fuerte y vives por tus principios.
Porque eres valiente para afrontar lo que hoy vives. Yo no sabría cómo hacerlo.
Quiero decirte que no sé que decirte, porque siento que cualquier palabra puede ser débil o inútil.
Quiero decirte muchas cosas que te hagan sentir mejor.
Quiero decirte que nada es al azar en esta vida y que todo siempre, siempre sucede por algo.
Quiero decirte que creo en Dios y en el perfecto equilibrio del Universo que Él creó, que aunque no logro entenderlo aun, debe existir.
Quiero decirte que también estoy segura que ese mismo Dios está de tu lado, que es el mismo que mi lado, y que Él nunca nos pondría en el camino un obstáculo que no supiéramos superar.
Quiero decirte que tienes las herramientas para superarlo.
Quiero decirte que ames y que no temas nunca amar.
Quiero decirte que estoy para lo que sea que de mi necesites o no.
Quiero darte ánimo, pero no sé cómo.
Quiero aprender a tener tu fortaleza y tu entereza, tu capacidad para aceptar.
Niña, eres valiente, te repito.
Aprendo eso de ti.
Aprendo y trato de entender eso y más.
Quiero decirte todo lo que no se decir.
Quiero decirte que te quiero, en este poco tiempo que te conozco.
Ánimo amiga.
Siente. Ama. Llora.
No temas.

03 mayo, 2009

dosmilcuatrocientos gramos

100 gramos por enamorarme de Paris.
100 gramos de vivencias en Francia y Alemania.
150 gramos por haberme sentido dueña del mundo frente y debajo de la Tour.
100 gramos por conocer viñedos chilenos y franceses.
100 gramos por recibir el año con una gran amiga.
100 gramos por regresar a mi cotidianidad con muchas ganas.
150 gramos por enfrentar el mismo obstáculo.
100 gramos por escuchar la conocida advertencia.
100 gramos por ser vulnerable a lo que había olvidado.
100 gramos por no vencer nimiedades.
100 gramos por aceptar una lesión.
150 gramos por la paciencia del reposo.
150 gramos por lidiar con la impotencia.
100 gramos por dejar la mente absorber.
100 gramos por no dejar reconocer.
300 gramos por pensar, de más.
100 gramos por no entender, fulano.
100 gramos por querer que llegues, mujer.
200 gramos por buscar sin saber qué ni dónde.

Dosmilcuatrocientos de peso neto por callar.

Deben irse, pronto.
Para gritar y seguir viviendo.

paz.-

11 abril, 2009

...

Hoy creo que te vi.
Tu cuerpo era más diminuto, mucho más que la última vez.
Pero me parece que sonreías igual.
Sí.
Esa sonrisa, quizá igual o muy parecida. Quizá más bella.
Esos ojos brillaban con picardía y por un momento pensé que eran los tuyos.
Pero se que no.
Igual te vi. O al menos te recordé.
Y supe cuánto te sigo amando.
Y supe cuánto puedo volver a amarte.
Tu ángel... es hermosa.
Vulnerable, como la vida misma.
Brillante como venus al amanecer.
Sonriente....como sonríes tú.
Como sé que aun lo haces.
La luna llena me lo dice. Hoy lo repitió.
Ella, diosa, nunca se equivoca.
Diminuta.
Hermosa.
Tu... Ella...

23 marzo, 2009

sin título ni razón

Pasan las lunas y los vientos cada vez más fríos.
Vienen cargados de no entiendo.
A ratos impregnados de tu voz.
Recuerdos para olvidar. Momentos, lágrimas, estrellas.
No me molestan tus palabras, pero aprecio tu silencio.
Quédate lejos donde solo pueda ver el brillo de tus ojos.
Quédate cerca para que no te pueda alcanzar.
Anda y muestra lo que es.

14 enero, 2009

escrito un domingo...

Hoy es domingo. Domingo de dudas, domingo de nos vemos, domingo de cuídate si? Domingo de los amo, domingo de me hacen falta pero no me lo digo ni siquiera a mi; domingo de no me quiero ir si aquí me siento bien, domingo de mejor me voy pronto, domingo de me tengo que ir, domingo de me voy a seguir mi vida, domingo de qué hago contigo, domingo de esta semana debo saber, domingo de no te quiero dejar ir, domingo de mejor quédate lejos, domingo de me haces falta, domingo de te extraño, domingo de quiero tus besos, domingo de no te quiero tener, te prefiero lejos. Domingo de es mejor así, domingo de saberme feliz, domingo de sentirme muy triste, domingo de qué debo hacer, domingo de debo descansar más, domingo de debo vivir más, domingo de cuando es que te vuelvo a ver, domingo de cuando es que te vuelvo a extrañar. Domingo, domingo largo, domingo corto, domingo lleno, que me deja el vacío, domingo de quererte, domingo de tenerte y no quererte… no puedo seguir estos domingos, y el bus no arranca. Necesito que enrumbes otra vez quiero llegar, quiero dormir, quiero que sea lunes, ya.

paz.-