05 septiembre, 2010

Carta silente (II)

Pasé de nuevo porque se que lo necesitabas y aquí te ofrezco mi caricia en pro de evitarte más nostalgias, aunque se que no ayudo y hago exactamente lo contrario. No quiero hacerte sentir mal, pues lo he notado últimamente.
Antes no era así.
Recuerdo las montañas, la Torre, el mar, los aires que anduvimos y tú disfrutabas tanto de mi compañía. Incluso mientras buscabas compartir con y en otro ser, algo te decía que preferías sentirlo conmigo. Y así nos enajenamos en ambos nuestros mundos que se convirtieron en uno.
Lo disfrutabas, pero a pesar que quieras engañarme, ya no.
Cada día noto que me buscas con ansiedad pero parece más costumbre que deseo de conocer nuevos espacios y renovar ideas. Me percato del desgaste que ahora ocasiono en ti. Justo cuando trato de apartarme, empiezas a notar el cambio, te agrada, te dejas ir, hasta que lo controlas de nuevo y me succionas como si yo no debiera ir a sanar otro corazón que intenta latir de un modo nuevo. No te acostumbres a mi porque hago daño y no es lo que aspiro. Existo en ti para vivirnos y aprendernos mutuamente. Tú lo sabes, ya no me necesitas, déjame ir, estarás bien por tu cuenta y también lo disfrutarás. No te preocupes, seguramente nos volveremos a ver y notarás cuánto más gratificante y pleno es retornar, no por costumbre sino por deseo sincero.

Siempre en ti y tuya, Soledad.

3 comentarios:

©HildaCaraballo dijo...

Oh danzarina... me dejaste sin aliento :) Me encantó!

Karla dijo...

y yo lloro, porque personalizo.

marichuy dijo...

Ay querida, Berna: qué estremecedor. Me quedé sin palabras, quizá porque también me vi reflejada. Uno quiera que nos deje ir, pero la canija soledad se encariña con nosotros.

Un beso