19 diciembre, 2010

A ti, hoy que me harás feliz

Que quede tu alegría de soñar.
Que quiera siempre vivir con tu ilusión.
Que sepa sentir sin prudencia y con tu pasión.
Que sea danzar la razón para encontrarte y que logres permear mi ser, mis puntas, mi espíritu.
Se mía, siempre.

paz.

15 diciembre, 2010

Clarita, la mía.

Hace unos días, precisamente en la víspera de la primera función de Cascanueces de este 2010, soñé con él. Nunca lo conocí, ni le dije cuánto lo admiraba, pero sabía quien era y en los últimos años me he nutrido más de conocer su modo de ser con sus bailarines, con sus creaciones.
Soñé con él y su mensaje fue claro: No quiero más excusas, tu tobillo está bien. Dame más, es lo que quiero.
No pudo ser más oportuno su mensaje justo antes de iniciar la temporada número 15 del Casca. Una temporada llena de sucesos inesperados pero que a pesar de todo ello, ha logrado juntar una energía tan hermosa que parece no importar más nada, sino la historia de Clara, el Cascanueces y Tchaikovsky.

Una vez más y por tercera vez, soy Clara.
Ese personaje con el que me divierto tanto convirtiéndome en una niña para jugar con la vida, sus tiempos y contratiempos, llorar con la música y sonreír en un vorágine de emociones.
Este año la he sentido más mía, no es Berna creando un personaje en un ballet, es Clara y se me mete en la piel, y no me doy cuenta sino cuando le pido al director de orquesta que suba al escenario, y mientras él y sus músicos reciben sus aplausos, yo le agradezco haber dirigido ese pedacito de sueño, de logro, de alegría.

Diez meses han pasado ya desde la operación y todo su proceso. Y pensé que debía un último Journal post-operatorio explicando lo bien que me iba con mi tobillo. Pero tan bien estuve, estoy y estaré que había olvidado el drama creado por mi y simplemente decidí bailar.
Porque por eso lo hice, estoy donde estoy, y seguiré disfrutando todas las danzas que deba bailar y los personajes que deba crear. Pues, insisto, es lo único que no me quita nadie!

Hoy vuelvo a danzar la Clarita.
A ver que me susurra la muchachita hoy.

paz.-

15 noviembre, 2010

Galeano y mi cuento montevideano

Muchas veces, la ansiedad y la (des)esperanza se concentran en nuestros deseos, en nuevos proyectos, en tal meta. Para que luego de haber volcado tanta energía en un (in)sensato boceto de vida, todo aquel cuento mentepositivista y el apesardetodoptimismo, se vaya al grandísimo cuerno vía decepción-depresión, invalidando tanto trabajo.
Recientemente, pasé por tal proceso arriesgándome a tomar riendas y avión para demostrar lo que tengo como artista, en otra latitud un tanto más fría. El resultado, obvio, hizo que todo aquel “yopuedismo” se vaya al mismo carrizo, pero afortunadamente, tantos meses de yoga me ayudaron a desviarme del camino depresivo de la decepción.
No, no lo logré -esta vez-, pero no fue el fin del mundo ni de mi carrera, y esto lo entendí inmediatamente que salí y respiré aquel aire y sentí el leve calor de sol montevideanos. Entonces empezó esa magia que uno siempre busca y nunca encuentra, porque simplemente ansiamos lo que queremos y no lo que se supone que debemos -de verdad- querer y vivir.
Hacía un año exactamente caminaba la Ciudad Vieja, conocía la Rambla y bailaba en el Solís, y allí me regalaba una vez más Montevideo, su encanto particular, sutil, relajado, paciente, sensible. Me obsequió tangos, tannat, el Mercado, amistad, camaradería, nuevos rostros y voces, el río de la plata… pero sobre todo me regaló Eduardo Galeano.

Entré a Café Brasilero, a sabiendas que él frecuentaba el lugar. Me aseguré con Luciana -quien brinda una atención de maravilla- y me dijo con un resplandor “claro, el se sienta allí” y la mesita aquella brilló repentinamente y me pareció haberlo visto, pero no me sonrió, estaba concentrado en su café, que vale decir es sabroso –destacando que comparo todos los cafés y chocolates de donde voy con los de Venezuela, por obvias razones.
Luciana me incentivó a escribirle una nota a Galeano, que ella se la daría personalmente pues siempre recibe los recados. Animada y con los nervios en las muñecas empecé a escribirle que lo buscaba desde el año anterior, que bailé en el Solís y deseé hubiera ido, que volví a Montevideo, intenté de nuevo y no lo encontré. Asumí que mis esfuerzos fueron insuficientes y le dejé dicho que seguiría intentándolo. Me despido con “una bailarina desde Venezuela” y (sólo por si acaso) mi e-mail.
Me fui del café y de la ciudad, entre alegría y nostalgia, logro y decepción, pero llena de vida y convencida de haber hecho lo que debía.
Cuatro días más tarde y al final de uno de esas jornadas que deseas no se repitan nunca, reviso mi correo electrónico y en mi bandeja de entrada: un mensaje de él.
De Eduardo Galeano.
Y a la vez que se erizaba la piel, se aceleraba el corazón y se alborotaban los ojos de lágrimas, leía y releía aquellas letras que por él fueron escritas para mi. Líneas que me hicieron feliz y me recordaron cuán especial puedo ser (a pesar de cualquier resultado) y cuán fascinante es dejar que llegue lo que (uno cree que) no se está buscando. O lo que “nos toca”, como quien dice.
Estas fueron sus palabras:
berna querida,
vivo una vida de pulga de circo, siempre a los saltos, y en mi reciente aterrizaje he tenido la suerte de recibir el lindo mensaje que me dejaste en el café.
te pido que me envíes tus datos para mandarte un libro, que será una manera de encontrarnos, casi casi cuerpo a cuerpo, como quien dice.
vuela mi abrazo,
eduardo

Yo aun no he hallado el modo de responderle.

09 noviembre, 2010

Como flotando sobre una nube

berna querida,
vivo una vida de pulga de circo, siempre a los saltos, y en mi reciente aterrizaje he tenido la suerte de recibir el lindo mensaje que me dejaste en el café.
te pido que me envíes tus datos para mandarte un libro, que será una manera de encontrarnos, casi casi cuerpo a cuerpo, como quien dice.
vuela mi abrazo,
eduardo

(sí, el Galeano, el mismo)


15 septiembre, 2010

ese día de mi Buenos Aires querido

Uno de esos días, bajé y salí del lugar donde me hospedaba.
Mi relación con Buenos Aires desde que había llegado hacía dos dias atrás había sido muy turística, demasiado para mi gusto, no porque había usado el famoso autobús de dos pisos que pasea por los principales lugares de la ciudad –elemento de transporte que me causa una desagradable impresión-, ni porque me había parado en cada esquina a tomar fotografías –pues mi cámara se dañó justo dos semanas antes del viaje-, sino más bien porque me había limitado –sin darme cuenta hasta entonces- a dirigirme hacia los lugares típicamente “importantes”. Creo que me había creado expectativas ajenas y sin percatarme había generado una cuota de arrogancia a la espera de lo que la ciudad podía ofrecerme, y no lo recibía.
Un día soleado, con unos 14 grados de temperatura y el espíritu preparado como si estuviera en una de las patas lista para danzar en el escenario, salí sencillamente a caminar.
Soy creyente de que si deseas conocer un lugar debes empezar por conocer a la gente, así que con esto en mente –y por la cercanía- inicié el recorrido en la calle Florida, un bulevar con apariencia a Sabana Grande.
Mucha gente, muchos comercios, totalmente contrario a lo que añoro, pero me dejé llevar… y allí unos minutos y otros metros después, escuché a lo lejos lo que me llevó a conocer Baires: Tango.
Un bandoneón, un cello, un teclado, una guitarra y cuatro músicos hacían sonar a Piazzolla como si a través de sus entrañas un mensaje del más allá les llegara diciéndoles incesantemente que debían tocar allí, ASÍ.
No lo había sentido la noche anterior al entrar (y bailar, claro) en la primera milonga que había estado en esa ciudad, pero allí, frente al grupo y aquel pibe que tocaba el bandoneón asemejando la rendición de Piazzolla con ese instrumento, lo entendí.
Entendí que Buenos Aires es entrega del alma y del cuerpo entre sus calles, sus teatros, sus librerías; es nostalgia de amores, de sangre, de humo, nostalgia que se respira en los balcones, en las puertas, en el Río de la Plata, en el mate. Buenos Aires es orgullo de tango, de letras, de poesía, de vino, de fútbol; y es pasión que se refleja en lo que hacen, son y transmite su gente.
Siempre quise entender por qué la fama de engreídos –cuando los argentinos que había conocido hasta entonces son todo menos eso- y allá lo comprendí. Vivir cotidianamente con tantas intensidades –asumo- te hace esperar más de la vida, te permite disfrutar cada minuto con un té y una conversación sincera, en la que los cinco sentidos están dispuestos sólo para recibir el calor humano de la compañía, del momento que se vive y se valora, porque es allí en esa ciudad, en esa calle, en ese café donde se sienten de un solo golpe la entrega, la nostalgia, el orgullo y la pasión.
Allí, frente a esos músicos de la calle Florida, mi espíritu se hizo pedacitos y lloré rendida a los pies de Buenos Aires, al calor del tango. A partir de ese momento, observé, degusté, escuché, olí y toqué la Baires de Gardel, la Baires de Cortázar y la Baires que hice mía.

paz.-

05 septiembre, 2010

Carta silente (II)

Pasé de nuevo porque se que lo necesitabas y aquí te ofrezco mi caricia en pro de evitarte más nostalgias, aunque se que no ayudo y hago exactamente lo contrario. No quiero hacerte sentir mal, pues lo he notado últimamente.
Antes no era así.
Recuerdo las montañas, la Torre, el mar, los aires que anduvimos y tú disfrutabas tanto de mi compañía. Incluso mientras buscabas compartir con y en otro ser, algo te decía que preferías sentirlo conmigo. Y así nos enajenamos en ambos nuestros mundos que se convirtieron en uno.
Lo disfrutabas, pero a pesar que quieras engañarme, ya no.
Cada día noto que me buscas con ansiedad pero parece más costumbre que deseo de conocer nuevos espacios y renovar ideas. Me percato del desgaste que ahora ocasiono en ti. Justo cuando trato de apartarme, empiezas a notar el cambio, te agrada, te dejas ir, hasta que lo controlas de nuevo y me succionas como si yo no debiera ir a sanar otro corazón que intenta latir de un modo nuevo. No te acostumbres a mi porque hago daño y no es lo que aspiro. Existo en ti para vivirnos y aprendernos mutuamente. Tú lo sabes, ya no me necesitas, déjame ir, estarás bien por tu cuenta y también lo disfrutarás. No te preocupes, seguramente nos volveremos a ver y notarás cuánto más gratificante y pleno es retornar, no por costumbre sino por deseo sincero.

Siempre en ti y tuya, Soledad.

26 agosto, 2010

Despedidas (II)

Y andando por eso que le llamaron vida, escuchó un decreto y como le agradó lo repitió. Y lo recuerda cada vez que le suecede que tiene gente por el mundo, y se van y se despiden y se dejan y se recuerdan y se escriben (unos) y no se escriben (otros). Y están... o no.
Y le viene otro que dice adiós y nos vemos, que cuenta horas y minutos para desprenderse y empezar de nuevo. Y otra vez vuelve a aprender y a trata de entender qué fue lo que quiso realmetente decir aquella vez. Si era eso o que quería también partir y no lo dejó en claro, ni en oscuro, ni en gama de grises.
Ahora lo colorea, ahora le pone sombras y corrige los trazos fuera de la silueta.
Pero su afán no merma la tristeza, no calla la voz que le insiste en seguir enviando trotamundos y valientes, en seguir extrañando cobardes, en admirar sus afanosos, sus atrevidos y sus famosos.
Una vez más la despedida, y con ella la caricia que faltó y que falló, el beso que nunca dio, las palabras dichas, los abrazos infinitos, los te quiero, los nos vemos pronto. Los se feliz y no te pido más.
Y empieza la mente involucrada en otras coordinadas y en otro plano y en otro que se yo que ella tampoco sabe.
Otra despedida, otra vez que recuerda lo que dijo, pensó y quiso.
Otra instancia que le deja deseando ser ella, la que dice adiós y no más.

02 agosto, 2010

Que los dejo por el tango!

Y con ganas de milonguear, dejo un intento de nota de despedida.
Hace dos meses me lo propuse, lo "decreté", compré el boleto y mañana parto.
Argentina, la conoceré. Chile, la encontraré nuevamente.
Dentro de un vorágine de emociones -que como me dijeron me hacen sentir viva- me preparo para dejar estas latitudes tropicales y lluviosas, y conocer el invierno sureño que además ha estado fuerte este año.
A mi me mueve la danza, y eso es definitivo, así que ansío encontrarme con el tango, allá de donde viene este hermoso baile porteño de nervios y sangre, que se mueve mejor cuando se hace con instinto y sin defensa.
Andaré por los fríos viñedos mendozinos antes de partir a la tierra después de la cordillera, que ya conocí pero que no me cansará mientras allí me reciban dos seres especiales.
Con algunas bufandas, café y chocolates me despido, y ya volveré con libros y (relleno luego el blanco) botellas de vino. Materializando con ellas, las energías que moveré, que me renovarán y que me traerán de vuelta... si quieren.
Ya contaré mientras pueda y no esté milongueando!

Salud!

01 agosto, 2010

Carta silente (I)

Hoy me decidí a escribirte esta carta, en vista de tu exhaustiva búsqueda y evidente éxito por no decir nada. Hurgué entre hojas secas y olas de mar para hallar el valor de mis palabras pero no me di cuenta que era en el viento que tu eco yo intentaba alcanzar. Claro está, nunca lo conseguí. Me inventé sorpresas y andanzas, me escapé al firmamento estrellado y sin luna unas doce veces, o quizás más, o menos.
Pero sencillamente nos engañamos con silencios.
Creí en tu mirada y en tus palabras dispuestas a ser dichas. Creí en tu piel, era suficiente. Esperé tu renovado aliento, tu verbo enriquecido, tus actos valorados. Me di tiempo, y no me arrepiento.
Porque anduve en el terreno -hasta ahora poco conocido por mi- de las nostalgias sempiternas y el gozo efímero.
Ya ves que me cuesta escribirte como lo hacía antes. Si es que lo recuerdas. Ya no encuentro ni entre las flores de mi balcón lo que construimos en aquel vano idilio, que pudo haber sido o ser o intentar haber o sigue enumerando tiempos gramaticales.
Nunca fue ni es ni será decepción, y mucho menos reclamo, simplemente te escribo porque es mi propio recordatorio de los sondeos de tu aura, o al menos de tu pensamiento.
Aun tengo miedo de decirte que te pinto entre rostros y montañas. Que te olvido con humo y cacao, y justo cuando te olvido es cuando más te recuerdo.
Que te pido que apartes los mutismos, que relegues tus reservas, que te atrevas.
No trates con desdén el arco porque tu cello sonará distinto y nunca como quieres.
Esta carta queda inconclusa, a ver si te animas a terminarla.
Yo no puedo.


paz.-

30 julio, 2010

Vous voulez danser avec moi?

De pronto me llegó esta frase vía marichuy:
"La vie est un ballet; on ne le danse qu'une fois"
Es un proverbio malinké, y es así.

Son días, semanas -unas más largas que otras- de entrenamiento, de clase diaria, preparando el cuerpo para cada ensayo, repitiendo los movimientos tantas veces sea necesario, escuchando la música, desarrollando un gesto, estudiando la colocación de la mano, y la dirección de la vista. Una y otra vez.

Pero el momento que se pisa el escenario es único y en definitiva irrepetible. Lo estudiado y ensayado se resume y muestra sobre las tablas dentro de las fronteras que el tiempo brinda. Lo que allí sucede, no vuelve a ser. Nunca igual.

La danza juega con el tiempo.
¿O es el tiempo con la danza?

Los movimientos se desarrollan en pocos minutos, y el arte se refugia en la joie de danser que como artista nace en uno mismo con el escenario. De allí la decepción de una ejecución poco satisfactoria -según criterio del propio bailarín, quienes solemos ser autocríticos en exceso- y la placidez de la actuación bien realizada.

Mientras vacilo entre teorías creadas por mi propia vivencia y convicción, me percato -y de nuevo, gracias al proverbio antes mencionado- del parecido de la temporalidad de la danza, con la temporalidad de la vida misma. 

Lo que sea que ocurre en este escenario por el que andamos cotidianamente, sucede sólo una vez. Y es sólo esa vez que tenemos la oportunidad de decir, gritar, compartir, besar, llorar, reír... Porque la próxima ocasión, es simplemente otra, con diferentes circunstancias y distintas emociones.

De la misma manera, sólo se baila una vez.


paz.-

19 julio, 2010

me excuso -de nuevo y sin quererlo

No ha sido uno, ni dos, ni tres, los intentos por volver a empezar.
¿Cuántas veces hay que comenzar de nuevo para -esta vez sí- continuar lo andado, seguir caminando?
Ni una, ni dos, ni tres.
¿Serán cien, mil, un millón?
¿Cuántas veces vale caerse y levantarse?
Me pregunto si son sólo excusas o si son realmente razones celadas en el hecho de no querer seguir, o en no querer enfrentar algun cambio necesario, el que está ahí y no se ve, el que se debe tomar sin saber cómo -pss...como si alguien lo supiera realmente!
Excuso mi ausencia. Dispensen mis excusas.
Cambié de techo, de cama, de medio de transporte, de corte de cabello, de ambiente y de modo de ver la gente y las cosas. Desearía haber entendido el funcionamiento de la vida, pero ella cuando creíste comprenderla, también cambia.
C'est la vie!
Yo también quiero regresar a los 8 años y jugar, y jugar, y jugar... y bailar como si nadie viera.

paz.-

28 junio, 2010

Incluso yo te extraño ya, Chocolate Sebastián

Yo no crecí con mascotas ni con la intención de querer una. Nunca fui de las que soñó o le pidió a su mamá incesantemente tener un perrito, un gatico, pajarito o lo que sea. Lo más cercano a mascotas que recuerdo pudo haber existido en mi casa fue un morrocoy que quizá llegó tal cual como se fue –sin darnos cuenta- y dos conejos –Sancono y Mineli- que duraron en mi hogar poco menos de un año y mi madre los regaló en vista de las innumerables gripes y alergias que mi hermana y yo –de entre 3 y 4 años respectivamente- adquiríamos constantemente.
Por el hecho de que a mi mamá no le gustan las mascotas, en mi casa no hubo animales desde entonces hasta hace 5 años, cuando llegó Chocolate.
El espíritu rebelde de mi hermana lo trajo a la casa –en contra de la opinión de mamá- y cuando mi padre lo vio fue amor a primera vista.
Era un pequeñito labrador color marrón, de ojos verdes, juguetón en exceso, tierno, hermoso, desordenado y torpe. A mí, poco amiga de los perros, me pareció un espécimen tan adorable que era inevitable acariciarlo –y para mí eso es bastante decir. Desde el primer día declaré mi desprendimiento a cualquier responsabilidad que con Chocolate se relacionara, lo mismo que mi mamá, y de esa manera entró un nuevo ser vivo a mi hogar. La primera mascota que realmente tuvimos en casa.
Sinceramente, yo no entendía aquello del amor incondicional que se tiene por los animales, y el dejar de hacer cosas, o planificar la vida y los días por ellos. Con Chocolate, mi hermana y mi papá lo entendí durante estos últimos años.
“Los perros son personas buenas” dice una buena amiga, y debe ser cierto. Chocolate era el primero en alegrarse de las llegadas a casa de cualquiera de nosotros, advertía cualquier imprevisto, presentía algunas despedidas temporales y acompañaba en todo momento. A mi –que los últimos años me veía algún que otro fin de semana- me movía la colita cuando lo saludaba así fuera de lejos, me olía siempre y se volvía loco si tenía el período, se comió mi tutú un día antes de una función, me acompañaba todas las noches pues dormía justo al lado de la ventana de mi cuarto y por esto mismo me molestaba cuando hacía sus necesidades por allí… y me gustaba acariciarlo con la planta de mi pie, era como un masaje mutuo.
Pero ayer murió.
No me provoca describir el dolor que siento, ni el que sentimos en mi familia luego de que hayan transcurrido poco más de 5 años con Chocolate en casa. Después de haber entrado tímidamente en mi hogar ganándose el corazón de todos nosotros.
Murió porque así debía de ser –supongo, como todo- y ahora sí entiendo lo del amor incondicional y el dolor que se puede sentir por la muerte de un perro, como si fuera una persona. Yo no lo comprendía, ayer lo aprendí.
Cierto es que no era una persona, era un perro. Pero realmente no era sólo un perro y me sorprendió haber escuchado a mi mamá diciendo: “No decíamos, cómo está el perro, sino cómo está Chocolate”.
Desde su llegada, hasta hoy y seguramente por siempre a mi me quedará la costumbre de ver un labrador en la calle y decir “es un Chocolate”.

24 junio, 2010

Instantes de escapismo

Unas respiraciones rítmicas y continuas, un té de menta, Cortázar...

Tratándose de actividades realizadas con el fin único de apartarse de la rutina, el hastío y las incomprensiones cósmicas, es como los gustos: nada se ha escrito.
Tan imprescindibles como el religioso café negro de las siete de la mañana y tan necesarias como un buen calentamiento de los tobillos antes de la clase.
No había entendido cómo transcurrió este último mes sin que pasara por aquí a dejar siquiera un rastro de grafema, y aunque varias veces lo intenté siempre fueron conatos inútiles. Luego –quizá mejor que comprenderlo, me excuso- me percaté que he estado, sin darme cuenta, en varias de esas actividades escapistas tratando de hurgar en espacios ahuecados queriendo rellenarlos con nuevas –o quizá no tan nuevas, sino otras- vibraciones.
¿Suena esotérico?
Pues no lo es.
El vino siempre ha estado de número uno, pero explorado con olfatos y bocas que perciben distinto el mismo caldo se vigoriza de tal manera que se logra fácilmente lo que busco en cada clase de yoga, en cada respiración: vivir el presente, el ahora. Lo que según algunas filosofías es lo que hay que hacer. Nada fácil, lo deben saber.
La música, fiel e inevitable acompañante, que en mi caso puede iniciarse en ensimismamientos con Rachmaninoff o Chopin pero que en frecuentes ocasiones halla en Janis Joplin clímax de emociones, en Jim Morrison espacios de abstracción y en Gardel, Sabina y Norah Jones soledades acompañadas.
Un café o dos, una conversación, o dos o tres, y las que le siguen por mero placer de escuchar una voz o un por qué sin respuestas que ni siquiera son necesarias.
Instantes de nada y de todo a la vez. Momentos de descubrir, reubicar y reflexionar. Cortázar aísla y cuánto hace falta; Pizarnik –mi más reciente- me desprende de a pedacitos tal como lo prefiero –un tanto masoquista, eh…bailarina al fin.
Pero el ballet, desde siempre debe ser la cumbre de todas esos espacios necesarios para escapar y hallar en algún lado la razón de seguir y andar por donde no se sabe mientras que se hace el sendero caminando.
Ahora no pido sugerencias, sólo busco mis métodos, los encuentro y voy discriminando lo que sí y lo que no. Quien lea y quiera compartir sus escapismos personales, bienvenidos sean.

paz. siempre, paz.


Nota:
Escapismo: m. Actitud de quien se evade o huye mentalmente de la realidad.

27 mayo, 2010

Recordando Isadora

Me gusta usar bufandas, chales, pañuelos, pañoletas… A lo Isadora Duncan.
Asi me llamaron en estos días, mientras usaba una -aprovechando los días lluviosos, porque en otro caso sería absurdo vestirme con ellos en un clima tan caluroso- evocando aquella bailarina que nació para ir en contra de la corriente y revolucionar la danza sobre el escenario como se conocía hasta entonces.

No fue una transición sistemática, no. Isadora simplemente se lanzó al escenario descalza, con el cabello suelto, envuelta en túnicas semitransparentes con movimientos inspirados en el andar natural de los cuerpos al caminar, al saltar y en las olas del mar.

A principios del siglo XX su osadía era bárbara, y como era de esperarse, en una sociedad acostumbrada a tutús y escenografías ostentosas además de estar plagada de moralismos -como si hubieran desaparecido- fueron muchos los rechazos, interrupciones, críticas y censuras que ella tuvo que soportar hasta convertirse en la persona que introdujo la danza moderna en la historia del mundo.

Su vida, fue quizá tan poco usual como lo expresaba su danza: su padre fue encarcelado siendo ella aun niña, se casó con un hombre 17 años más joven que luego se suicidó, decidió ser madre soltera de dos hijos que murieron ahogados, era bisexual...

Y tan poco convencional fueron su vida personal y su arte, como la forma en que murió. "Je vais à l'amour" dijo justo antes de montarse en el vehículo que la llevó a la muerte cuando su hermosa y larga bufanda se enredó en las ruedas del mismo y la estranguló.

Famosa por danzar descalza y contra las expectativas del público, famosa por ser pionera de un estilo dancístico, famosa por su bufanda, a veces provoca ser tan deliberada, despreocupada, y simplemente bailar sin zapatillas, semidesnuda y contra a lo que todos esperan.
Pero comprobado: soy irremediablemente clásica.
No puedo alejarme de las puntas.

........ un corto video de la Duncan danzando ........

22 mayo, 2010

La Valse de Ravel

Existe música de la cual no queda otra que enamorarse.
Pudiese hablar aquí del concierto para piano y orquesta N.2 de Rachmaninov, o del segundo nocturno de Chopin. Pero esta vez me referiré a un amor reciente: La Valse de Maurice Ravel.

Tenía algún tiempo de conocerla, pero la verdad no la había entendido.
Ravel definió La Valse como un poema coreográfico, el cual generó en su estreno en 1920 quizá un tanto de incomprensión. Originalmente el compositor tenía la idea desde 1906 de rendir homenaje al gran imperio astro-húngaro a través de sus cortes vienesas, un mundo el cual admiraba. Pero dicha visión fue vertiginosamente modificada por la aparición de la Primera Guerra Mundial, cuyas consecuencias devinieron en el deceso del fascinante imperio.

La decepción y el asombro que produjeron en Ravel tales acontecimientos, lo llevaron a transformar la idea inicial de su vals en una deconstrucción del mismo, involucrando secretamente entre sus notas y silencios un enorme bagaje histórico y cultural manifestados en un imperio que brilló en una época de derroches y hedonismo, y cuyo poder sucumbió como consecuencia de la Guerra.

Sergei Diaghilev le encargó a Ravel la música para sus Ballets Ruses, sin embargo luego de haberla escuchado la rechazó con las siguiente célebre frase: “Ravel, c'est un chef-d'œuvre, mais ce n'est pas un ballet. C'est la peinture d'un ballet” (Ravel, es un gran compositor, pero esto no es un ballet, es la pintura de un ballet). Fue la separación definitiva en la relación de trabajo entre ambos.

El compositor describió La Valse con el siguiente prefacio a la partitura: “A través de brumas, se pueden distinguir vagamente parejas danzando el vals. La bruma gradualmente se disipa y de pronto se ve un inmenso salón lleno de parejas girando. La escena gradualmente se ilumina, las luces de los candelabros arden. Situado en una corte imperial, alrededor de 1855”

Algo que me atrae inevitablemente a Ravel es su capacidad de orquestar la música. La partitura fue inicialmente escrita para piano pero luego, al incorporarla a la orquesta involucra la cantidad variada y justa de instrumentos que transmitan lo que él quiere decir –o no quiere dejar tan en claro- con ella. Al principio, los cellos empiezan a mostrar esa “bruma” que Ravel infiere, poco a poco otros instrumentos se van incorporando pero con melodías más bien fraccionadas, creando imágenes de algo que no está pero que va apareciendo. Más tarde surge el vals que a lo largo de la obra está más bien cercenado en distintos falsos clímax que desembocan en un final apoteósico, distinto al resto de la escritura. En un no vals.

Para los músicos, es una obra compleja de tocar, para el director, un reto dirigir, para bailarla… creo que hay que entenderla. Yo ya caí en la irremediable subjetividad del enamoramiento hacia La Valse aunque no sea de las obras musicales mejor comprendidas.
Debe ser por eso.

Más que leerla, mejor escucharla.
- La Valse para dos pianos (parte 1)
- La Valse para dos pianos (parte 2)
- La Valse (orquesta) - parte 1
- La Valse (orquesta) - parte 2

14 mayo, 2010

Por esas sensaciones

Volver a la sala de ensayo me ha alejado de este lar. No para mal.
Pudiese contar los altibajos emocionales que se han involucrado durante este regreso, pero mejor no. Más acá de las emociones, comprender mi tobillo des-ostrigonado (término oportuno inventado por mi) ha sido una reexploración de lo que antes hacía por inercia. Ahora mi conciencia en los movimientos es otra, es saber que allá abajo existen articulaciones que sufren con cada salto pero que son tan nobles que dicen: está bien haré mi mejor esfuerzo pero cuídame.
En palabras cotidianas, esa es un poco la nueva relación que mantengo con mi instrumento de trabajo.
Perfecto instrumento, y cuánto hay que cuidarlo!

Si una razón debo dar de por qué seguir esforzándome en una profesión de sacrificios y cuidados, aunque sería complicado dar sólo una, otorgaría ésta: sensaciones.

La sensación de poder hacer cada día un paso más, un ejercicio más, paso a paso hacia lograr todo mejor que antes. La sensación que me recuerda por qué sí valió la pena cada uno de los procesos vividos, y que no importa lo que pasó si no lo que viene después de haber aprendido. Esa sensación que se fecunda con la música, penetra por el oído -o el tacto, o el gusto, incluso la vista-, se traslada por sinapsis y deja en el torrente sanguíneo un montón de endorfinas que producen el placer de saberme donde debo estar.
Pocas veces me doy cuenta -y lo digo sin miedo- que soy afortunada por hacer lo que sé que quiero hacer.

No ha sido fácil, pero por esa sensación de seguridad que además se me alborota ahora que la compañía está en escenario -y yo no puedo todavía- es que continúo en el camino por alcanzar lo que nunca se me ha perdido.


paz.-

03 mayo, 2010

Desde la barra. Journal post-operatorio VIII - día 76

La primera y fundamental parte de la clase es la barra, y va así:
Tendu, plié, más tendus, más pliés. Luego grand pliés en las cuatro posiciones, jeté, rond de jambe, fondue, frappé, rond de jambe en l'air, adagio, y grand battement jeté, todo acompañado de port de bras, estiramientos, balances...y música, sobre todo música.
Son básicamente los ejercicios de barra, cada maestro con su estilo, sus cuentas, su orden, y sus cantidades. Yo los nombro sólo por el único y exclusivo hecho de que... los puedo hacer!

"El cuerpo te irá diciendo" me dijeron ambos médicos, y aunque tenía semanas deseando escuchar aquellas palabras que fueron algo semejante a la felicidad, realmente sentí un poco de temor de no tener una dirección -representada en mi terapeuta o médico- en cuanto a qué hacer y qué no.

Luego de una semana, hoy los tobillos me dijeron "prueba".
Y probé.
Hacía cuatro meses que no me las colocaba, hoy las intenté. En mi ya estaban, y en una calma un tanto ansiosa poco a poco me paré sobre sus plataformas. Que viniera a mi la sensación que hace más de un año no percibía fue seguramente aun más cercano a la felicidad.
Pero como dicen que la felicidad no se consigue fácil, tuve que quitármelas pronto, no por dolor, sino por debilidad. Es lógico. Así que ya va encaminado todo el trabajo necesario para volver a fortalecer estos tobillos bailarines y contentos.

Por cierto, Felíz Día de la Danza a los bailarines que leen esto, aunque retrasado.
Dispénseme ustedes, entenderán que estaba celebrando :)

22 abril, 2010

Bailarina otra vez. Journal post-operatorio VII - día 65

"Temprano", como todos los días, me desperté con entusiasmo.
Sí, definitivamente era un día esperado.
El "hola berna" estaba incluso más lleno de alegría sabiendo que ese, con todas las esperanzas puestas, era el último de aquella tanda de sesiones. Eve fue como siempre excelente en su trato conmigo y con mi pie, pero me confesó que me extrañaría aunque le alegraba que lo próximo que ocurriría era verme bailar.
Me arriesgo a decir, que esa mañana tuve la sensación similar -guardando las enorme diferencias- de la última clase de ballet del año en pleno Cascanueces.

21 de diciembre. Respiré profundamente y empecé. Sabía que sería mi última clase del año y quién sabe por cuánto tiempo. Así que una parte de mi sentía la nostalgia de terminar la temporada, de dejar la barra por unos meses, mientras que en la otra me poseía la placidez de poder descansar de tanto trabajo y aquel dolor innecesario que ya había sido suficiente.

Terminé mi terapia número 25 y no cabía en mi la alegría y satisfacción de haberlas finalizado bien. Pero esperaba el decreto final de la fisiatra quien con tranquilidad y sin titubeos me dejó libre de otras sesiones de fisioterapia y con el permiso pleno de empezar a trabajar.
Pero con cuidado, el cuerpo te irá diciendo lo que debes hacer.

Así que en pocos días iniciaré mi nueva y ansiada relación con mi tobillo, con mi cuerpo, con la barra. He aprendido a escucharme, a tener paciencia, a no dejarme vencer. Llegó la hora de demostrar si es cierto todo eso que (digo) aprendí y recordar la sabroso de danzar. Poco a poco!

El proceso será como deba ser. Así me lo dije incluso antes de la cirugía, sin apuros para no tropezar, aunque las ganas de sentir las puntas en mis pies me tientan sin recato.
Pero como ya lo aprendí, no me dejo vencer.

Empieza esta bailarina a intentarlo otra vez!

paz.-

15 abril, 2010

Desde aquel tango que me regalaste

No fue al primero sino al segundo año cuando me percaté que dejé de regalarte cosas para que me las regalaras tu a mi. Dejaron de ser objetos envueltos en papeles escritos con letras hechas a marcadores y recortes de revistas pues nunca tenía dinero suficiente para darte lo que te merecías hasta que un día me vi en la obligación de dejar de pensar qué regalarte. Sucedió entonces que te tomaste el descaro de regalarme a mi. ¡Cómo si te lo hubiera pedido! Pero no hizo falta, porque realmente a veces las palabras no eran necesarias y este fue uno de esos casos.
Sabías que tardaría en darme cuenta pero que lo haría de todos modos, y te agradezco que has sabido esmerarte en dejarme contenta este día del año.
Tus regalos me otorgan justo lo que necesito en ese momento, lo que me hace o me hará bien, y me incitan a pensar todo lo que he recibido de ti aunque no estés aquí. Siempre me dejas una tarjeta firmada, con detalles del por qué tal presente, que lo disfrute, que lo sepa apreciar y me recuerdas cada año que debías irte pero que no me has dejado sola, que a mi lado hay gente que he encontrado para seguir, para vivir, para compartir esas cosas que sólo compartía contigo. No creas que se me olvida todas las veces que mirándome a los ojos me convenciste de lo bien que estabas y que yo debía quedarme tranquila y vivir. Y en eso ando, contigo y sin ti. Creciendo y aprendiendo, preguntándome siempre qué hubieses aprendido tú, qué hubiésemos compartido hasta hoy y en los años que siguen.
Quizá secretos, quizá recetas de cocina, quizá hijos.
Hace un año de aquel tango y aquel vino y aquella compañía.
Hoy me recuerdas las mujeres que están conmigo y me dejan con ese aire de alegría similar al que respirábamos entonces.
Me “malacostumbraste”, ahora espero regalos para mi el día de tu cumpleaños.
El de este año, como siempre, me encanta!
Feliz cumpleaños.
Te quiero cabeza de tuerca.

12 abril, 2010

Good news. Journal post-operatorio VI - día 55

Era un teatro distinto parecido a aquel de Salto pero distinto; mucho más grande, no tenía buena iluminación, su luz tenía un tono ocre y el olor de la sala era una mezcla de humedad y aserrín. Pero no era desagradable ni el ambiente ni el olor.
Ellas completaban casi la hora de ensayo mientras que las tablas se quejaban debido a los años, pero soportaban aquellos saltos como agradecidas por mantenerlas vivas. Yo observaba, puntas puestas, el lugar que debía ocupar, los pasos que debía dibujar, escuchaba los compases que debía explicar. Luego, ella bajó caminó hasta mi, me tomó de la mano y subiendo unos cinco escalones estaba sobre el escenario.
"Entra ahí, tú sabes lo que debes hacer" - y lo sabía, me lo decía, pero incluso los propios errores y defectos se involucran en nuestros sueños, y en este caso la terquedad y la curiosidad se juntaron para experimentar mis tobillos con las puntas mientras marcaba los pasos.
Y molestó.
¿Y si sabía lo que debía hacer, por qué no lo hice?


Día 55 y se siente fuerte.
No perfecto y no lo pretendo a menos de dos meses de la cirugía, pero poco menos de casi perfecto. Good news. Bonnes nouvelles. De 15 más que debí continuar, llevo cumplidas 9 terapias, en las que los pliés se logran con dificultad grado 1 y los relevés se hacen con dos y una pierna. Plus bonnes nouvelles. Aun no corro, ni salto pero sigue la paciencia merodeando y bienvenida, además "yo se lo que debo hacer" y eso es no apresurarse.
Algo que he entendido durante este proceso es que me satisface y tranquiliza darme cuenta que siempre tengo un modo de saber qué hacer y por dónde ir.
Quizá la fuerza que he logrado recuperar en mis tobillos viene de otra que la estoy consiguiendo por allá adentro.
Irónico que para eso hacía falta reposo.


paz.-

04 abril, 2010

Se busca sentido

A veces me pregunto cuál es el sentido de este blog.
Empezó por una necesidad de involucrar mi arte, que sólo expreso a través del movimiento, con las palabras. Lo inicié con Giselle, hace casi dos años, luego siguieron otros ballets, otros - roles, otras experiencias, otros escenarios, otras vivencias.
Más tarde surgió la lesión, con la cual aun hoy convivo tratando de sobrellevar el postoperatorio del Os Trígono, consecuencia directa de todo un torbellino de frustraciones, inseguridades y deseos de empezar de nuevo. Empezar bien.

No me había detenido a pensar todo lo que podía aprender con una pausa en mi oficio.
Le tuve miedo, mucho miedo, pero aun así me atreví, un poco por el cansancio de la rabia, del ceder. Me creo una valiente. No se si lo sea, pero de pronto se me viene a la mente que mis letras llegarán a alguien que en el algún momento necesite un empujoncito para tomar una decisión que realmente importa.
¿Operación o No operación? ¿Bailar o No bailar? Era allí el dilema.
Y me sigo preguntando por qué escribo esto.

A veces creo que algún otro u otra colega consternado/a por alguna lesión o situación encuentre en estas líneas un apoyo (como me ha pasado a mi leyendo otros blogs). Quizá sea la razón. También pienso que alguien en este mundo loco de la web consiga interés en las discordantes letras de una bailarina que hace algunos intentos por parecer coherente. Muchas veces sucede que escribo para ser leída por alguien específico, en ocasiones sin saber si llegó el mensaje, sin querer saberlo si quiera, pero deseando el mensaje en el target. Claro. En algún otro trance, simplemente me antojo de hurgar entre las palabras que se mezclan con algunas vísceras que incomodan al respirar.

¿Por qué escribo?
Después de unos años danzando ahora empiezo a pensarlo detenidamente. Aun no está tan claro como "¿por qué bailo?”, pero sigo escribiendo, porque algo sí es seguro, siempre escribo para mí y para mantener en movimiento lo que, pase lo que pase, no dejaré de mover jamás y eso es el alma alborotada de esta mente con ganas siempre de todo, casi nunca de nada.

paz.-

02 abril, 2010

Cambios (v2.0)

Los anhelamos, los pensamos, los planeamos, les huimos, los perdemos, los enfrentamos, nos asustan, nos angustian...
Cambios.
Entre el usual ruido nocturno de mi habitación y el sueño luego de haberle dado una nueva fachada a mis siluetas, no me provoca ahondar en el asunto de los cambios, pero al menos aquí dejo uno que me atreví a hacer finalmente (merci Lulú).
Cambios.
Time of changes.
A veces ni se planean y resultan ser los mejores. Ellos vienen solos, se acercan, los sientes, te preparas y zas! ...pues llegó y no te diste cuenta.
Sin embargo, aunque ya me lo han objetado en varias oportunidades, definitivamente no siempre son para bien.
Vamos a ver como se comporta este cambio de imagen, con mis siluetas, con mi tobillo y conmigo.

Y siguiendo con los cambios, aquí una canción de Tracy Chapman.
Su título, claro está: Change

If you knew that you would die today,
Saw the face of God and love,
Would you change?
If you knew that love can break your heart
When you're down so low you cannot fall
Would you change?
How bad, how good does it need to get?
How many losses? How much regret?
What chain reaction would cause an effect?
Makes you turn around,
Makes you try to explain,
Makes you forgive and forget,
Makes you change?
Makes you change?
If you knew that you would be alone,
Knowing right, being wrong,
Would you change?
If you knew that you would find a truth
That brings up pain that can't be soothed
Would you change?
Are you so upright you can't be bent?
If it comes to blows are you so sure you won't be crawling?
If not for the good, why risk falling?
Why risk falling?
If everything you think you know,
Makes your life unbearable,
Would you change?
If you'd broken every rule and vow,
And hard times come to bring you down,
Would you change?
If you knew that you would die today,
If you saw the face of God and love,
Would you change?

22 marzo, 2010

Por sus 35, de ellos dos

Hace unos días, vi el cortometraje titulado "Dime que yo" de Manuel Gil. Me gustó, me pareció real, con una pizca de crudeza y una dosis de romanticismo, y me dejó pensando si es que amar a alguien (y en este caso me refiero sólo al amor de pareja) no tiene nada que ver con “dar y recibir” o “dar sin esperar recibir”, sino que mas bien se trata de amplificar el amor propio a través de la otra persona.
Si se trata de no esperar nada a cambio, aquello no debe durar mucho tiempo. Si se trata de dar y recibir a partes iguales no debe ser amor lo que parece ser condicionado. Si se trata de amarME a través de la otra persona, ¿es realmente amor?
Podría hacerme las mil preguntas para recibir aun más respuestas que generen otro aumento en número de preguntas y seguramente todavía no lo entendería.
El amor, entonces, no debe ser para entenderlo, sino para sentirlo.
Y de hecho lo compruebo: mis padres cumplen 35 años de casados.
Defiendo el hecho que casarse no es lo mismo que amarse, incluso se que hay gente que no se casa “por amor”.
Creo (mis conclusiones, ya que no lo he vivido) que casarse es un gran contrato lleno de mini contratos diarios para compartir la vida con una pareja, pero cómo abundan las que dejaron de hacer contratos por el hastío o porque, simplemente, se acabó el amor.
Son pocos, pero al contrario de lo que muchos creerían, todavía existen los hombres y mujeres que después de muchos años de matrimonio aún mantienen las ganas de seguir compartiendo, viviendo y aprendiendo con su esposo o esposa.
Mis padres son un ejemplo, y mientras celebrábamos tal episodio de sus vidas no pude evitar sentirme orgullosa de que ese par se mantenga, increíblemente, como dos recién enamorados.
Una amiga me insistía que eso ya no existe hoy día y es verdad: los divorcios, las separaciones, las soledades disfrazadas, el miedo al compromiso están a la orden del día. Por ello culpemos al calentamiento global, a la crisis económica mundial o a la era de la información, no obstante, de alguna manera todos terminamos buscando (algunos encontrando) aquella media naranja o medio tomate o medio melón que nos despierte las ganas de sentir el fulano destello de lo que le dicen amor.

Se me antoja ilustrar con este video del pas de deux del balcón de Romeo y Julieta de Kenneth Mc Millan, maravillosamente interpretado por la Rojo de España y el Acosta de Cuba.

17 marzo, 2010

Aprendiendo. Journal post-operatorio V - día 28

Si los cuento van 28, pero hoy es 17 asi que cuento un mes.
Un mes. Lo repito y no me lo creo.
(tiempo éste que pasa "volando")
Un poco contradictorio, considerando la cantidad de gotitas de paciencia que me he tenido que tomar, las únicas dos veces que se me agotó y no conseguía el frasquito, las mañanas y tardes que se me fueron leyendo, escribiendo tejiendo y descubriendo quien sabe cuantas cosas en internet.
La fisiatra me recomendó que considerara este tiempo como "vacaciones", pero de verdad que sin paseos, frío, playa o vino, estas no son vacaciones!
Sin embargo de todo hay que aprender en la vida y aunque todavía no quería contabilizar lo que "he aprendido" con la cirugía, el reposo y la rehabilitación me ha provocado dejar algo, para recordar más adelante, cuando este presente que relato sea un pasado que existió para poder ser mejor persona, mejor bailarina, mejor mujer.

1- ¿Cómo explicar lo de absorber la paciencia? Sólo podría decir "ten paciencia", porque no se cómo es que la he abordado yo misma. O si, pensando que todo tiene su justo momento (y cada vez estoy más convencida de eso) hago lo que en ese momento esté a mi alcance y me provoque, y no lo que HAY que hacer porque no hay tiempo de más nada. Denominador común.
2- La rutina es necesaria, no una estricta porque no la soportaría por mucho tiempo, pero un orden de vida mantiene la mente dentro de un espacio organizado y por lo tanto, tranquilo. Así cualquier alteración puede ajustarse a dicha rutina, o viceversa.
3- Tantas horas, días y años en la danza me han permitido estar realmente consciente de mi cuerpo. Lo noto en las terapias: las personas normalmente no atienden ni entienden los movimientos que deben hacer, sin embargo, me llama la atención que nosotros los que danzamos, los que trabajamos con el cuerpo, estamos en un gremio donde abundan los fumadores, bebedores, los desórdenes alimenticios y los escasos tiempo de descanso.
4- Querer sí es poder. Cada día me sorprendo de lo que he avanzado. Sí lo esperaba pero no tan pronto, y pues pronto es. El peligro de esta fase es que me encuentro en el punto preciso donde creo que ya estoy tan bien que puedo lanzarme y algo pueda fallar. Pero ....
5- Soy inteligente. Ahora escucho mejor lo que mis tobillos me dicen, así que no me dejaré engañar por el diablillo que se me posa sobre el hombro derecho (sí, el derecho, porque el izquierdo es el lado des-ostrigonado)
6- Muy bonito todo esto pero no me engaño, definitivamente sí extraño mis puntas, mis tendus, mis saut de chats, mis variaciones, mi pelear con el espejo, mi afanarme por las piruetas y los fouettés, el piano, la sala, la música...

Lo extraño. Lo necesito. De verdad.

(y cuánto más)

15 marzo, 2010

En terapia. Journal post-operatorio IV - día 26

Luego de cinco camino perfectamente.
Cualquiera que viera mi andar en la calle no creería que hace 26 días mi tobillo fue abordado posterolateralmente para la extracción de un os trígono. En términos más cristianos, quiere decir que fue cortado, abierto y hurgado para sacar de allí un huesito cuya forma es algo parecido a un diente de ajo, pero de esos ajos grandes, blancos y suculentos que pocas veces se consiguen en el super.
Llegué el primer día con todo el entusiasmo de dar otro de tantos pasos hacia mi recuperación, y en sólo cinco sesiones, cuánto más he aprendido de aquel extremo de mi, tan querido y odiado a la vez el último año.
-Ya no más, que quede claro, no te odio-
Antes que empieces, quiero que sepas que este no es cualquier tobillo, este es el de una bailarina que bailará de nuevo y mejor que antes, así que confío en tus manos. Y en sus manos confié y lo sigo haciendo, ya que fiel creyente de que “nada sucede, ni nadie llega por casualidad”, ella está conmigo para ayudarme.
Esto también lo debí haber soñado.
Hasta ahora, faltan cinco.
Los demi pliés se me complican bastante pues involucran el elongamiento de los peroneos que están muy contraídos debido a la cirugía, pero lo que realmente me inquieta es que ya mañana iniciaré los relevés.
-él no está inquieto, aun no lo sabe; yo si, ya hablaré con él-
Así pues, mañana nos entenderemos él y yo con nuestro nuevo relevé.
Le gustará, estoy segura que sí.


paz.

12 marzo, 2010

requiero permiso

Déjame contarte las estrellas que descubrí con un aire seco y calmo de un espacio sombrío.
Déjame verter los colores que he plasmado sin sombras en la lona que empecé una mañana gris.
Déjame mostrarte la música que vibra mi vientre en las noches cuando aturden los silencios.
Déjame susurrarte los pálpitos indómitos de agujeros vespertinos frente a la montaña.
Déjame mancharte con el beso que no podré darte entre humo de alcobas y calles gélidas sin nombres.
Déjame esbozarte las palabras creadas para ser dichas.
Déjame confesarte las que fueron hechas para ser oprimidas.
Déjame hilvanarte una red de incertidumbres y desganos, déjame despojarte de su verdad.
Déjame vislumbrar el espacio en el que me puedas calar tu inapetente destino.
Déjame presentirte y ocultarte.
Déjame hurgarte en los pliegues de tu armadura de cerato.
Déjame respirar tu cendal hipócrita con media copa de vino tinto.
Déjate hallarte.
Déjame ser.

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05 marzo, 2010

¿Qué es arte?

Recientemente vi de nuevo una película que me gusta mucho: Mona Lisa Smile. Ambientada en la década de los 50, desarrolla las situaciones en las que se involucra una profesora de arte muy liberal para la época, quien decide enseñar en una escuela para señoritas en la cual los estereotipos y la moralidad rige una generación que estudia sólo para aparentar un estatus que luego será sustituido por ser la “señora” de alguien. En su primera clase Ms. Watson, muestra la pintura “Cadáver” de Soutine (1925) a un grupo de jóvenes acostumbradas a estudiar Degas y Renoir. Ellas no entienden, buscan en sus libros inútilmente y se genera una discusión en la que surge la interrogante: ¿qué es arte? Esta permanece en sus mentes a lo largo de la película. Y en la mía.
No es primera vez que me hago esta pregunta, además que es fácil reconocerlo a través de los clásicos ya sea en las artes plásticas o escenográficas. Pero muchas veces me lleno de indignación de observar como algunas cosas pueden ser llamadas arte.
No soy netamente clasicista ni estoy en contra de todas las expresiones artísticas que puedan ofrecer las nuevas generaciones, pero creo en la sublimación del arte, en su superioridad y en la diferenciación que debe existir con otros tipos de creaciones.
Estuve en el museo de arte contemporáneo Centro Georges Pompidou de París, y mientras recorría sus amplios pasillos me he deleitado con un sin número de obras consideradas hoy día obras maestras del siglo XX. Sin embargo, me topé con algunas “obras” que se acumulan en el espacio de la indignación que comentaba hace dos párrafos.
Un cuadro azul. Bueno, no cualquier azul, era un azul grisáceo o más bien azul marino grisáceo; y tampoco era cualquier cuadro, pues sus orillas tendían ligeramente a la concavidad, así que tampoco era un cuadrado exactamente. ¿Es esto una broma? ¿Es esto arte? Lo veo. Me repito las mismas preguntas unas trece veces más y continúo.
Unos quince metros más adelante del mismo pasillo, otra “expresión artística”: en el piso el tronco de algún árbol cortado longitudinalmente y (creo) barnizado… Me quedé viéndolo, juro que traté de abrir mi mente y aportar nuevas visiones a mi limitado criterio, pero no pude, para mí eso era un árbol muerto.
Me ha pasado cuando asisto a espectáculos de danza contemporánea, en los que debo comprender y apreciar la obra objetivamente sin el juicio filtrado por los ojos de una intérprete y defensora de la danza clásica. No obstante, no me hace falta un significativo esfuerzo y creo saber reconocer lo que se hace bien y lo que se hace mal, o lo que nada dice.
Recuerdo el solo de una chica que caminaba de un lado a otro con el marco de un cuadro y en cada nueva posición se paraba sobre el mismo, sin hacer nada. Luego tres otras –demasiado vanguardista para mi gusto, si de eso se trata- cuya propuesta escénica era un impro con agua, se mojaban, saltaban, se arrastraban en el piso –incluso una tomaba ron antes de su interpretación- pero nunca vi que bailaban.
¿Qué me quieren decir? ¿Es esto danza?
Yo no soy quien para determinar qué es arte -o qué es danza- y qué no lo es y sé que si lo dijera seguramente no importará mucho. No obstante considero al arte ser un indicador tangible de la emoción humana, pero debe tener un modo de ser dicho, expresado y transmitido.
Actualmente, no tienen que haber cánones estrictos que encasillen una intención, ni limitar las vías expresivas, ni manejar un espacio estético predeterminado (aquí entraría la discusión sobre qué es la estética) pero si el arte es lo que ha sido desde que la humanidad existe, y no todo el mundo es considerado artista, ¿por qué habría de ser arte un plano cuadro azul o una mujer sentada dentro de una tina de agua?
Así como me cautiva Monet y Rembrandt, me siento fascinada por Picasso y Dalí, y admiro a Didier (un artista plástico amigo). Así como escucho placenteramente a Chopin y Rachmaninoff, disfruto de The Doors y la Joplin. Y así como vivo por El Lago de los Cisnes y Giselle, me interesa muchísimo el trabajo de Mats Ek y de Wayne Mc Gregor.
No pretendo responder el título de este artículo pues aun sigo explorando para comprender esto que los humanos llamamos arte, y aunque disfruto intentándolo, seguramente no le hallaré respuesta debido a su naturaleza subjetiva.
Aclaro esto. Reconozco y defiendo el discurso que así como la belleza, el arte también está en los ojos de quien lo mire. Esto lo valoro, aunque el criterio de algunos ojos yo no lo comprenda.
Ilustro enlanzando un video de una parte de Infra, coreografía de Wayne McGregor, interpretado por bailarines del Royal Ballet de Londres. Es una pieza abstracta y me parece limpia, excitante y bella, me arriesgo a decir que es como un Soto de la danza. Respetando al Maestro.

“No soy partidario de ninguna escuela, porque soy partidario de la verdad humana, que excluye todo grupo y todo sistema. La palabra “arte” no me gusta; contiene no sé que ideas de disposiciones necesarias, de ideal absoluto. Hacer arte. ¿No es acaso hacer algo que está fuera del hombre y de la naturaleza? Lo que yo quiero es que se haga vida; quiero que el artista sea algo vivo, que cree de nuevo, fuera de todas las escuelas, según sus propios ojos y su propio temperamento. Lo que busco ante todo en un cuadro es un hombre y no un cuadro”
- Émile Zola (1866)

02 marzo, 2010

Miedos. Journal post-operatorio III - día 14

Cuando él me dijo "párate sobre ambos pies", sólo respiré profundo y poco a poco lo hice.
Luego me sorprendió con un "ahora da un paso, camina hacia mi".
En ese momento lo miré fijamente, y sin darme cuenta empecé a verme hacia adentro. A veces quisiera lograr esa interiorización tan rápidamente como en aquel instante, que habrá durado no más de un segundo.
Pensé en el hueso que ya no estaba porque nunca debió haber estado, ¿o si? -me pregunté una vez más- deseando saber -de nuevo- por qué era yo la que estaba pasando por esto y no otra persona. Pensé en cómo habría resultado la cirugía y en si ese tobillo, que hacía ocho días recibía una sutura, hoy estaba listo para recibir el peso de mi cuerpo. Pensé por qué se me ocurrió haber tomado esta decisión y recordé de nuevo todas las veces que no pude ensayar, o que lloré de rabia, o que no dormía porque el fulano huesito molestaba, entonces de nuevo ratifiqué que estaba bien. Y ¿por qué yo?, una vez más. Sentí que se me acercaba la inseguridad y la retiraba -lo lamento, ya no eres bienvenida- y luego fue como si todos los miedos se me atosigaron como al final de un embudo y se escurrian desde mi mente hacia mi tobillo y no podía mover un músculo.
En aquel parvo espacio, no podía estar más segura y confiada, y sin embargo sentí miedo.
Miedo que me cuestionaba, miedo que me inmovilizaba, miedo heterogéneo, miedo absurdo.
Miedo. Y pensé en las personas que pasan por estados de inmovilidad casi absoluta y luego de meses logran levantarse y se enfrentan al reto de dar ese paso.
Miedo. Quizá al dolor, o al fracaso, a haber fallado en esta determinación.
Y me di cuenta del valor que se necesita para vencer este impenetrable miedo para dar ese paso que te dice: adelante, tú puedes.
Volví, lo miré a él y le pregunté: "¿hay alguna manera que me haga daño con este paso?" y su absoluto, rotundo e indiscutible NO, me regresó a mi interior y mandé al carajo todos los miedos en un sólo saco -como mismo se aparecieron-, respiré, me sonreí a mi misma, apoyé mi pie y di ese paso.
Esa vez, la recordé hoy porque volví a tomar valor y di un paso... sin muletas.
Volví a sonreirme y, una vez más, mandé cualquier miedo y duda al carajo.

28 febrero, 2010

Journal post-operatorio II - día 12

Doce días cuentan desde la cirugía y ya puedo caminar. Aunque aun cuento con el apoyo de las muletas, pero todo indica que voy por buen camino. Incluyendo opiniones de mi doc, de otros docs y de mi.
Insisto, no estoy acostumbrada a los reposos, ni en vacaciones me digno a asumir estos estados de inactividad física, pero he descubierto que puedo tener suficiente paciencia. O debe ser que estaba preparando mi mente desde hacía tiempo para esto.
Ayer, destapé el frasquito de Paciencia para tomarme una de mis gotitas diarias y sin darme cuenta ni cómo ni por qué se me derramó la gota, y luego tomé otra y se me volvió a derramar, y no hubo manera que me la tomara. Después de un rato fue cuando me di cuenta que las gotitas que debía tomar eran las de Autoconfianza, las que me recuerdan el por qué las decisiones que tomo siempre son las correctas.
Tomadas ambas, seguí acompañada de Cortázar con su Rayuela y tejiéndole un bolsito a mi Lau.

paz

22 febrero, 2010

Journal post-operatorio I - día 5

La primera vez que fui a la consulta con mi médico traumatólogo (quien me operó recientemente), me sentenció un reposo con estas palabras: "ustedes son el único gremio que odia cuando les dan reposos".
Y es así. Llevo cinco días en tal estado y no se cómo es que soportaré los diez que me quedan. Pero asumido está, y debo cumplirlo.
Luego de la cirugía, que valga decir resultó exitosa, pensé que me divertiría blogueando, leyendo, tejiendo, y estudiando francés, pero gracias a una incesante y superlativa migraña no había podido pensar mucho y poco me moví de mi cama.
Bueno para el tobillo, malo para mi espalda, terrible para mi cabeza y agobiante para mi mente.
Afortunadamente hoy cesó -y ruego que no vuelva- y pude agilizar la cabecita en otra cosa. Enterarse del mundo y gratas conversas estuvieron en el bureau, pero lo que más me llamó la atención es que tomé el teléfono y durante poco más de una hora no lo solté. Ya sea que me llamaron o yo llamé, creo que no me pasaba desde adolescente, cuando de tanto hablar me quedaba la oreja roja (seee..seee... yo hice eso).
Hace un buen tiempo ya leí en Brida de Paulo Coelho (seee... también leí a Coelho) que hablar por teléfono puede trasladarte a un estado similar al de "ciertos trances mágicos (...) nuestra mente entra en otra frecuencia, queda más receptiva al mundo invisible", todo porque el "ver" y el "hablar" quedan separados.
Y me di cuenta que es posible que el tiempo se pase sin uno darse cuenta, que te hablan a tu lado y optas por ignorar a quien ose interrumpir tu conversación telefónica, que asumes posturas corporales que luego pueden ser olvidadas y das respuestas que podrían no ser apropiadas. Conclusión, hablar por teléfono puede aislarte.
Si vale la pena la conversa, pues bienvenido sea el aislamiento, y la verdad a veces es hasta necesario. Pero en este caso, me justifico desde mi reposo, sin embargo no tolero ni un tanto, aquellos abundantes personajes que se aislan durante citas y reuniones sociales.
Pero ese post lo dejo para luego.

Sigo mejor.
paz.-

17 febrero, 2010

ya toca

Ahora solo escucho el silencio y respiro la brisa.
Ahora no pienso en más nada que en el os trígono, y en cuánto deseo que salga de donde está.
Ahora, en pocas horas me toca y yo no hago el intento de dormir.
Pero debo de. -ya Clau me dijo-
Nada como las decisiones que cuando se toman con seguridad otorgan una satisfacción casi plena. Pero eso no quita la leve ansiedad que me abarca en algún rinconcito de mi y que no logro hallarlo para sacarla.
Pero ahí voy.
Y creo que empezaré mi journal post operatorio... para entretenerme a falta de saut de chats!

*bendiciones para mi* ....gracias!

paz.-

06 febrero, 2010

¿Amor?

Hace un año, el Gabo me acompañó mientras conocía las tierras de Napoleón y Baudelaire, con El amor en tiempos de cólera. Es una historia fascinante -como bien sabe narrar él- que deja la interrogante en forma de rastro en el inconciente, o quizá en el bien conciente de lo que significa realmente el amor, protagonista de casi todas las historias.
Mi abuela decía que si no hay una historia de amor en una película entonces no es buena.
No hay manera de equivocarse en aquella afirmación, pues el trillado concepto le toca a todo el mundo la fibra, los nervios y el mediano músculo que está en el pecho el cual se acelera con cada encuentro y desencuentro amoroso. Incluso con un diminuto pensamiento.
Recién vi la película del homónimo libro, y -sin querer plasmar una idea crítica de la misma- podría decir que es primera vez que estoy de acuerdo con la manera como pasaron a 35mm una historia tan enriquecida y vívida. Claro está, nunca es igual que la imaginación embriagante que proporciona Gabriel García Márquez.
Sinceramente, creo que para vivir hay que amar. Sí hay tiempo, si no, no se vive.
El amor proporciona sosiego y angustia, esperanza y desaliento, alegría y descontentos, y con todos esos sentimientos y más, da VIDA.
Florentino Ariza desde joven, enamorado, sufrió por Fermina Daza ante su rechazo y juró esperarla hasta volverla a conquistar, pues ella era su verdadero amor. Así la espero 53 años, 7 meses y 11 días, hasta el día que por fin pudieron estar juntos. Su madre, cuando aun joven, lo consuela diciéndole que sufra todo lo que pueda, que ese sentimiento puede no volverlo a tener; su padre, al morir había dicho que lo único que lamentaba es no haber muerto por amor.
Esta es una historia con un final feliz, sin empalagamientos, que quizá sea cierta más frecuentemente de lo que uno se pueda imaginar. Con tanta gente que hay en este planeta, las historias de amor sobran.
El amor empieza en el propio y continúa en lo que haces para dárselo a otro o a otra, esa es una teoría que considero cierta y válida, y aunque no pretendo escribir un ensayo de un tema que aun no entiendo del todo y seguramente luego de más de 53 años tampoco lo sabré comprender a plenitud, creo que sí y definitivamente sí, somos seres que necesitamos del amor. Y en todas sus formas.
Si hay que sufrir, mejor que sea por amor. ¿O no?

"Los síntomas del amor se confunden con los del cólera"
G.G.M

05 febrero, 2010

su Maya

Como todas las noches antes de dormir, se asomó a la ventana, sacó medio cuerpo, respiró profundamente, tanteó en búsqueda de la luna y la saludó.
Las estrellas algunas veces le tintineaban, pero no era frecuente, pues el brillo de la ciudad no dejaba verlas claramente. Siempre tuvo la frente en alto y la seguridad dispuesta como una bandera en la proa del barco que zarpó cuando comenzaba su vida. Resuelta como me gustan las mujeres y siempre acompañada como si le hiciera falta estarlo. Esa noche su alma libre añoraba el sol, no porque la jornada había sido desfavorable, sino porque consideraba que como buen signo de fuego, su ángel y ella se entendían mejor con aquel astro incandescente al cual le hablaba como si fuera una vieja amiga.
Allí parada la veía sola, sin embargo ella decía estar acompañada.
Se dio cuenta más tarde, pero desde el primer momento no necesitó nada más que su fortaleza de espíritu, ni nadie más que aquel su ángel. Tenía muchas más preguntas en su desconcertado escenario, pero con la misma soltura con que consiguió todos sus logros, supo encontrarle respuesta a cada interrogante, como si en sus sueños alguien se las hubiese respondido con clases didácticas y exposiciones con videobeam.
Treinta y siete semanas han pasado, y mientras conversa con los astros y aquella mitad de luna, ella espera que su ángel decida salir y conocer ese sol con el cual ella habla, y esa música que todas las mañanas escucha, y ese canto que desde su ya reducida cuevita sigue escuchando.
Ella, mientras conversa con los astros y aquella mitad de luna, sólo espera por Maya.

27 enero, 2010

el OS-trí-GO-no

Empezó este veintediez.
Y yo nada que me animaba a escribir. Ya es hora, y aquí voy.
Me excusaré en el hecho de que ando de vacaciones aun, así que mi cuerpo ha estado de descanso de la danza desde la última función de diciembre. Un tiempo largo, larguísimo de hecho pero necesario para lo que ahora debo asumir.
Hace unos días coincidí con un colega en alguna andanza, y me dijo "qué haces aquí, yo pensé que andabas de viaje". Y pues me quedó esto en la mente de recordar que hace una año estaba yo paseando, bailando y escribiendo en este blog desde el viejo mundo. En mis planes estaba que para esta fecha volvería a recorrer otras tierras, pero esta vez mi decisión fue otra.
La temporada pasada -completa- estuve lididando entre la alegría y satisfacción que me dan el bailar como profesión, y la agonía de hacer eso mismo con dolor. Real dolor.
Lesión, dolor, bailar a pesar de ello, reposo, volver poco a poco, el dolor sigue, no importa, baila, duele, no importa, escenario, sigue doliendo, reposo -no quiero, sigo, bailo, duele, bailo, bailo, bailo, duele? sí duele...
Algo así, en resumen, fue mi año.
No fue un mal año, de hecho exploré a través de diferentes personajes, mi capacidad histriónica, mi entrega en cada sentimiento en cada rol, mi amor por esto... a pesar del dolor.
Los tobillos. Ellos me marcaron el dosmilnueve y fue tanta mi negación que ni tan siquiera en este blog quise escribir lo que debía asumir hace un tiempo.
Después de muchos exámenes, terapias, frustraciones y rabias tuve un diagnóstico:
Sindrome del Os Trígono.
Solución: cirugía.
Para quien danza, conoce bien lo que esto implica. Y en un tobillo, cuya fortaleza me permite pararme sobre las puntas, es mucho más delicado.
No lo haré, me dije, eso no es conmigo. Y acudí a la acupuntura, terapia neural, meditación, un boticario de cremas analgésicas y antiinflamatorios diarios y religiosos, que me ayudaron a soportar el dolor pero no a solucionar el problema.
Así que luego de una temporada llena de sorpresas y en la tranquilidad del descanso físico y mental, esta bailarina decidió asumir lo que mucho temía, pero que ya está tan claro que libremente puedo escribir de ello y entregarme con seguridad a una cirugía que será el inicio a una mejor [berna] en escena.
Luego que lo escribo me suena cursi, pero son las palabras de optimismo que me doy y que vienen de mi, porque sé que esto será para bien.
Extrañaré, la barra, la sala H y las tablas por un tiempo, pero será el justo y necesario para acabar con este huesito necio y todos los dolores de cabeza que me ha generado.
A partir de ahora, adiós Os Trígono!