11 noviembre, 2009
Desde adentro del Solís
Fui al sur y vine. Estoy como repetitiva, pero es que hoy me di cuenta que Montevideo no pasó por este blog. Solo Galeano... mmm... uff si, menos mal.
Pero no se puede obviar que yo: bailé en el Teatro Solís de Montevideo.
Hermoso, sí hermoso. Mágico, sí, todos lo son. Cada uno con su encanto, con su historia, con sus recovecos por descubrir, sus puertas que reúnen secretos, sus espejos que acumulan reflejos, sus tablones que guardan y proyectan música hecha con astillas...
Estar en pleno escenario siempre es una sensación de esas que no puedes decir exactamente qué es porque además cada uno tiene un no-se-qué, y el Solís tuvo su no-se-qué que me cautivó desde que lo conocí, justo en el momento en el cual técnicos de escenario colocaban los linóleos sobre el piso.
Allí bailé frente a un público desconocido, con toda la intención de sentir cada movimiento para que quedara por siempre en mi memoria corporal y no olvidarlo nunca.
A casa llena y de pie fuimos ovacionados. Y aquí se llenaba de nuevo este ego de artista, de esfuerzo retribuido, de plena autoconfianza, de un placer que no se puede comparar con algún otro. Porque de verdad, el placer de recibir aplausos en un teatro es sublime.
Sin embargo dos cosas puedo acotar. Aunque primero critiqué la inseguridad también puedo decir que en Venezuela hacemos las cosas bien; ahí están las orquestas y me pregunto, "¿por qué nosotros -bailarines- no?" .... La segunda es que también respiro el aire orgulloso de tener en mi día a día un teatro maravilloso!
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2 comentarios:
disculpen las fotos, no son las mejores, yo culpo a la cámara, pero luego me dijeron que no es la flecha sino el indio... en fin...
habrá que mejorar la técnica...o la cámara!
Jazjaja... mejoraremos al indio, no te preocupes, ya te ocntaré de eso.
No es el teatro... es la sensibilidad que tienes, como artista, lo que te hace sentir cosas. Y eso, con conocimiento de causa te lo digo... acompañada con gente que no le dió ni un pepino visitar nada de lo que veíamos ;)
Y sí, sí están. Eso me parece a mí. Pero, también, personalmente, croe que nos agobian tantas cosas malas que no nos damos chance de disfrutar las, lamentablemente, cada vez menos buenas.
Eso de no poder ir al teatro porque al salir, de noche, nos abes cómo harás para llegar ileso a casa, me pone los pelos de punta... y me ha ehco ser más y más huraña... tristemente.
Un abrazote, mi hojita de abedul! :D
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