Déjame contarte las estrellas que descubrí con un aire seco y calmo de un espacio sombrío.
Déjame verter los colores que he plasmado sin sombras en la lona que empecé una mañana gris.
Déjame mostrarte la música que vibra mi vientre en las noches cuando aturden los silencios.
Déjame susurrarte los pálpitos indómitos de agujeros vespertinos frente a la montaña.
Déjame mancharte con el beso que no podré darte entre humo de alcobas y calles gélidas sin nombres.
Déjame esbozarte las palabras creadas para ser dichas.
Déjame confesarte las que fueron hechas para ser oprimidas.
Déjame hilvanarte una red de incertidumbres y desganos, déjame despojarte de su verdad.
Déjame vislumbrar el espacio en el que me puedas calar tu inapetente destino.
Déjame presentirte y ocultarte.
Déjame hurgarte en los pliegues de tu armadura de cerato.
Déjame respirar tu cendal hipócrita con media copa de vino tinto.
Déjate hallarte.
Déjame ser.
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