Si sólo una emoción se me pudo haber permitido estos días –cosa que nunca sucede- fue el orgullo. Mi dosis de vocación de periodista nunca se ha inclinado por la rama deportiva y no es lo que pretendo ahora, pero mi papá y mi hermano, en casa y en el pasado, se dedicaron a enseñarnos a mi hermana y a mi lo que implica el fútbol. El entusiasmo por un equipo y las reacciones semi-fanáticas (nunca llegan a los excesos) vinieron después con la edad, los amigos, los criterios propios y el mejor entendimiento de un deporte que es capaz de paralizar países, continentes y hasta el mundo entero.
Esta vez mi orgullo tuvo un seudónimo: Vinotinto.
Y un espacio de lugar y tiempo: Copa América 2011.
Para todos, y no temo en negar excepciones, la labor del equipo venezolano en esta Copa fue una inesperada y –afortunadamente para nosotros- grata sorpresa.
Sin siquiera sospecharlo al inicio de los encuentros, la Vinotinto logró entrar en el grupo de los mejores cuatro, y a pesar de que el partido de la semifinal finalizó en un decepcionante resultado, es un adjetivo totalmente antagónico el que describe el desempeño de los jugadores venezolanos.
Para mi, en mi escaso conocimiento cuantitativo del fútbol, la Vinotinto se plantó en el terreno con más firmeza y jugó con seguridad, sangre y amor. No, no era seguidora ni fanática, no creo tampoco que a partir de ahora me convierta en fiel hincha, pero si grité y salté en sus triunfos y lloré casi desconsolada al concluir aquellos penaltis decisivos. Y lo volvería a hacer con agrado, porque en estas pocas semanas, esos jugadores demostraron que los venezolanos estamos hechos de ganas de triunfo, de pasión por lo que hacemos, de valor, de la capacidad que tenemos de hacer las cosas bien.
Muchos fueron los comentarios que en las redes sociales se emitieron debido a los triunfos y los fracasos de la Vinotinto, pero todos tenían en común el orgullo de sabernos un país capaz y próspero, que con empeño y ganas se puede hacer posible, lo que se creía imposible. Si tan sólo pusiéramos ese mismo empeño en todas las cosas que hacemos, en el trato con los demás inquilinos de este país, en apreciar más el Ávila y agobiarse menos por el tráfico diario que no podemos resolver.
Dicen que Venezuela hizo historia en la Copa América. Yo no lo garantizo, eso lo leíy lo escuché. Pero sí certifico que lo viví y que me dejó orgullosa de mi país.
paz.-