"Se paga caro ser inmortal, por ello se muere varias veces durante la vida"
Friedrich Nietzsche
Dice Cortázar en Un Tal Lucas, que se viven muchas muertes a lo largo de la vida, pequeñas muertes representadas en esos personajes que pasan de plano y con ellos se va un pedazo de nosotros. Así como las muertes de seres, también las separaciones, cambios, viejos patrones. El día que tía Lela, después de 6 años de convivencia, se fue de nuestra casa a mis 10 años de edad, murió una parte de mi inocencia infantil, al igual que el día que descubrí que el regalo del Niño Jesús que recibía, era exactamente el mismo que mis papás habían escondido no tan bien en un armario. El día que Valentina murió, también se fue con ella una parte de mi que no volverá jamás.
Cortázar tiene razón, pero por el otro lado también vivimos muchas, pequeñas vidas dentro de nuestra única -hasta ahora conocida- vida.
Foto: en Père Lachaise por [berna] (2009) |
Entonces empiezo a recordar mi maravillosa infancia en Falcón, jugando al “fusila’o”, la rueda en el parque y cosechando buches; evoco el mudarme y volver a conocer gente en otra ciudad y en otro colegio que resultó ser mi hogar por tantos años más, brindándome hermosas amistades que hasta hoy conservo; rememoro la vida en una universidad, con su tiempo invertido en el “decanato”, en cubículos de estudio y en el comedor y otra vida como maestra de ballet. Incluso en la ciudad que ahora vivo, siento que en 6 años he vivido muchas otras, distintas vidas.
Mirar atrás, recordarlas, verlas un tanto ajenas, como si no fueran mías. A veces hago eso por ejercicio, o quizá por ocio.
No considero que cada muerte implica el inicio de una nueva vida, sino más bien que las vidas se van yuxtaponiendo unas con otras y las muertes llegan sin patrones, ni tiempo definido, solo llegan cuando es necesario que el ciclo de esa vida simplemente, finalice.
Tampoco creo que tales muertes signifiquen siempre el fin de una vida, sino su transformación. Así, la muerte de un amor se convirtió en tenacidad para ser la mujer resuelta que necesitaba ser, la muerte de mi primera carrera universitaria significó terminar otra con menos ganas pero con mejor proyección y una hermosa amistad, del mismo modo una separación y el corazón arrugado se transformaron en temple, confianza y aprendizaje.
Como las muertes de mi corazón que pocos conocen, algunas muertes de esperanzas, y otras que también dolieron y supe hallar el camino de vuelta, las muertes de las transformaciones: de solterías en maternidades, de amores en soledades, de amistades reformuladas.
La vida anda y con ella sus múltiples muertes, sufridas cada cual como por primera vez, y sus variopintas vidas, sazonadas con amores, riesgos, deseos y esperanzas.
¿Cuántas vidas se pueden vivir? ¿Cuántas muertes se pueden morir?