22 mayo, 2010

La Valse de Ravel

Existe música de la cual no queda otra que enamorarse.
Pudiese hablar aquí del concierto para piano y orquesta N.2 de Rachmaninov, o del segundo nocturno de Chopin. Pero esta vez me referiré a un amor reciente: La Valse de Maurice Ravel.

Tenía algún tiempo de conocerla, pero la verdad no la había entendido.
Ravel definió La Valse como un poema coreográfico, el cual generó en su estreno en 1920 quizá un tanto de incomprensión. Originalmente el compositor tenía la idea desde 1906 de rendir homenaje al gran imperio astro-húngaro a través de sus cortes vienesas, un mundo el cual admiraba. Pero dicha visión fue vertiginosamente modificada por la aparición de la Primera Guerra Mundial, cuyas consecuencias devinieron en el deceso del fascinante imperio.

La decepción y el asombro que produjeron en Ravel tales acontecimientos, lo llevaron a transformar la idea inicial de su vals en una deconstrucción del mismo, involucrando secretamente entre sus notas y silencios un enorme bagaje histórico y cultural manifestados en un imperio que brilló en una época de derroches y hedonismo, y cuyo poder sucumbió como consecuencia de la Guerra.

Sergei Diaghilev le encargó a Ravel la música para sus Ballets Ruses, sin embargo luego de haberla escuchado la rechazó con las siguiente célebre frase: “Ravel, c'est un chef-d'œuvre, mais ce n'est pas un ballet. C'est la peinture d'un ballet” (Ravel, es un gran compositor, pero esto no es un ballet, es la pintura de un ballet). Fue la separación definitiva en la relación de trabajo entre ambos.

El compositor describió La Valse con el siguiente prefacio a la partitura: “A través de brumas, se pueden distinguir vagamente parejas danzando el vals. La bruma gradualmente se disipa y de pronto se ve un inmenso salón lleno de parejas girando. La escena gradualmente se ilumina, las luces de los candelabros arden. Situado en una corte imperial, alrededor de 1855”

Algo que me atrae inevitablemente a Ravel es su capacidad de orquestar la música. La partitura fue inicialmente escrita para piano pero luego, al incorporarla a la orquesta involucra la cantidad variada y justa de instrumentos que transmitan lo que él quiere decir –o no quiere dejar tan en claro- con ella. Al principio, los cellos empiezan a mostrar esa “bruma” que Ravel infiere, poco a poco otros instrumentos se van incorporando pero con melodías más bien fraccionadas, creando imágenes de algo que no está pero que va apareciendo. Más tarde surge el vals que a lo largo de la obra está más bien cercenado en distintos falsos clímax que desembocan en un final apoteósico, distinto al resto de la escritura. En un no vals.

Para los músicos, es una obra compleja de tocar, para el director, un reto dirigir, para bailarla… creo que hay que entenderla. Yo ya caí en la irremediable subjetividad del enamoramiento hacia La Valse aunque no sea de las obras musicales mejor comprendidas.
Debe ser por eso.

Más que leerla, mejor escucharla.
- La Valse para dos pianos (parte 1)
- La Valse para dos pianos (parte 2)
- La Valse (orquesta) - parte 1
- La Valse (orquesta) - parte 2

4 comentarios:

marichuy dijo...

Berna

La descripción que hizo Ravel -el fragmento que citas- es hermoso. La imagen de parejas bailando, paulatinamente reveladas tras la bruma, no podría ser más bella.

Hermosa música.

Un abrazo

marichuy dijo...

Berna gracias por tu comentario

Mis psot de las rusitas ya está a tu disposición, por su gustas volver a leerlo, le cambié el último párrafo que no me acababa de gustar-

[ berna ] dijo...

Si tienes la oportunidad de escucharla en vivo, hazlo!
Es rara, lentamente penetrante, pero cuando te llega es maravillosa!

otro abrazo para ti!

©HildaCaraballo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.