Y andando por eso que le llamaron vida, escuchó un decreto y como le agradó lo repitió. Y lo recuerda cada vez que le suecede que tiene gente por el mundo, y se van y se despiden y se dejan y se recuerdan y se escriben (unos) y no se escriben (otros). Y están... o no.
Y le viene otro que dice adiós y nos vemos, que cuenta horas y minutos para desprenderse y empezar de nuevo. Y otra vez vuelve a aprender y a trata de entender qué fue lo que quiso realmetente decir aquella vez. Si era eso o que quería también partir y no lo dejó en claro, ni en oscuro, ni en gama de grises.
Ahora lo colorea, ahora le pone sombras y corrige los trazos fuera de la silueta.
Pero su afán no merma la tristeza, no calla la voz que le insiste en seguir enviando trotamundos y valientes, en seguir extrañando cobardes, en admirar sus afanosos, sus atrevidos y sus famosos.
Una vez más la despedida, y con ella la caricia que faltó y que falló, el beso que nunca dio, las palabras dichas, los abrazos infinitos, los te quiero, los nos vemos pronto. Los se feliz y no te pido más.
Y empieza la mente involucrada en otras coordinadas y en otro plano y en otro que se yo que ella tampoco sabe.
Otra despedida, otra vez que recuerda lo que dijo, pensó y quiso.
Otra instancia que le deja deseando ser ella, la que dice adiós y no más.
26 agosto, 2010
02 agosto, 2010
Que los dejo por el tango!
Y con ganas de milonguear, dejo un intento de nota de despedida.
Hace dos meses me lo propuse, lo "decreté", compré el boleto y mañana parto.
Argentina, la conoceré. Chile, la encontraré nuevamente.
Dentro de un vorágine de emociones -que como me dijeron me hacen sentir viva- me preparo para dejar estas latitudes tropicales y lluviosas, y conocer el invierno sureño que además ha estado fuerte este año.
A mi me mueve la danza, y eso es definitivo, así que ansío encontrarme con el tango, allá de donde viene este hermoso baile porteño de nervios y sangre, que se mueve mejor cuando se hace con instinto y sin defensa.
Andaré por los fríos viñedos mendozinos antes de partir a la tierra después de la cordillera, que ya conocí pero que no me cansará mientras allí me reciban dos seres especiales.
Con algunas bufandas, café y chocolates me despido, y ya volveré con libros y (relleno luego el blanco) botellas de vino. Materializando con ellas, las energías que moveré, que me renovarán y que me traerán de vuelta... si quieren.
Ya contaré mientras pueda y no esté milongueando!
Salud!
Hace dos meses me lo propuse, lo "decreté", compré el boleto y mañana parto.
Argentina, la conoceré. Chile, la encontraré nuevamente.
Dentro de un vorágine de emociones -que como me dijeron me hacen sentir viva- me preparo para dejar estas latitudes tropicales y lluviosas, y conocer el invierno sureño que además ha estado fuerte este año.
A mi me mueve la danza, y eso es definitivo, así que ansío encontrarme con el tango, allá de donde viene este hermoso baile porteño de nervios y sangre, que se mueve mejor cuando se hace con instinto y sin defensa.
Andaré por los fríos viñedos mendozinos antes de partir a la tierra después de la cordillera, que ya conocí pero que no me cansará mientras allí me reciban dos seres especiales.
Con algunas bufandas, café y chocolates me despido, y ya volveré con libros y (relleno luego el blanco) botellas de vino. Materializando con ellas, las energías que moveré, que me renovarán y que me traerán de vuelta... si quieren.
Ya contaré mientras pueda y no esté milongueando!
Salud!
01 agosto, 2010
Carta silente (I)
Hoy me decidí a escribirte esta carta, en vista de tu exhaustiva búsqueda y evidente éxito por no decir nada. Hurgué entre hojas secas y olas de mar para hallar el valor de mis palabras pero no me di cuenta que era en el viento que tu eco yo intentaba alcanzar. Claro está, nunca lo conseguí. Me inventé sorpresas y andanzas, me escapé al firmamento estrellado y sin luna unas doce veces, o quizás más, o menos.
Pero sencillamente nos engañamos con silencios.
Creí en tu mirada y en tus palabras dispuestas a ser dichas. Creí en tu piel, era suficiente. Esperé tu renovado aliento, tu verbo enriquecido, tus actos valorados. Me di tiempo, y no me arrepiento.
Porque anduve en el terreno -hasta ahora poco conocido por mi- de las nostalgias sempiternas y el gozo efímero.
Ya ves que me cuesta escribirte como lo hacía antes. Si es que lo recuerdas. Ya no encuentro ni entre las flores de mi balcón lo que construimos en aquel vano idilio, que pudo haber sido o ser o intentar haber o sigue enumerando tiempos gramaticales.
Nunca fue ni es ni será decepción, y mucho menos reclamo, simplemente te escribo porque es mi propio recordatorio de los sondeos de tu aura, o al menos de tu pensamiento.
Aun tengo miedo de decirte que te pinto entre rostros y montañas. Que te olvido con humo y cacao, y justo cuando te olvido es cuando más te recuerdo.
Que te pido que apartes los mutismos, que relegues tus reservas, que te atrevas.
No trates con desdén el arco porque tu cello sonará distinto y nunca como quieres.
Esta carta queda inconclusa, a ver si te animas a terminarla.
Yo no puedo.
paz.-
Pero sencillamente nos engañamos con silencios.
Creí en tu mirada y en tus palabras dispuestas a ser dichas. Creí en tu piel, era suficiente. Esperé tu renovado aliento, tu verbo enriquecido, tus actos valorados. Me di tiempo, y no me arrepiento.
Porque anduve en el terreno -hasta ahora poco conocido por mi- de las nostalgias sempiternas y el gozo efímero.
Ya ves que me cuesta escribirte como lo hacía antes. Si es que lo recuerdas. Ya no encuentro ni entre las flores de mi balcón lo que construimos en aquel vano idilio, que pudo haber sido o ser o intentar haber o sigue enumerando tiempos gramaticales.
Nunca fue ni es ni será decepción, y mucho menos reclamo, simplemente te escribo porque es mi propio recordatorio de los sondeos de tu aura, o al menos de tu pensamiento.
Aun tengo miedo de decirte que te pinto entre rostros y montañas. Que te olvido con humo y cacao, y justo cuando te olvido es cuando más te recuerdo.
Que te pido que apartes los mutismos, que relegues tus reservas, que te atrevas.
No trates con desdén el arco porque tu cello sonará distinto y nunca como quieres.
Esta carta queda inconclusa, a ver si te animas a terminarla.
Yo no puedo.
paz.-
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