Estábamos sentadas viendo una función de danza contemporánea y ella me dijo esto: “siempre somos bailarinas”. Esa vez estaba sentada en las butacas como espectadora, como el resto del público a mi lado, no bailando. Y me quedé pensando en esa afirmación.
Cierto es que se me hace difícil disfrutar una función de ballet o cualquier tipo de danza como lo haría cualquier persona que no baila. No puedo dejar de pensar en los pies, en las líneas, en la coordinación del cuerpo, y de éste con la música. Particularmente le presto mucha más atención a la fluidez del movimiento, quizá porque es algo que siempre estoy buscando en mi misma. Pero definitivamente, eso de “relajarme” para ver danza sobre las tablas, no lo logro. Precisamente, porque soy bailarina.
Pero más allá del modo de apreciar otros bailarines danzando, se trata del modo de decir, pensar y actuar, en fin del modo de ser. En cada bailarín o bailarina es distinto, pero hay una esencia que desborda nuestra cotidianidad, quizá por la disciplina que nos obliga felizmente a llevar el cuerpo al máximo; o el sentir los rayos de sol, una mirada, una palabra oportuna con la misma sensibilidad de nuestra piel hacia la música. No puedo evitar el sentido de la estética, la búsqueda de una determinada belleza, y ni hablar de la perfección y los detalles. ¡Y cuánta frustración existe en el fracaso! Si falla un proyecto o una relación, como si erraras en el mismo escenario.
Foto: ballerinaproject.com |
Creo que bailo todo el tiempo, creo que cada momento vivido, sufrido, llorado, celebrado y compartido, es material útil para el arte que quiero transmitir, desde el ensayo, hasta los aplausos en el teatro.
Sí, siempre somos bailarinas, en el mercado escogiendo los tomates, caminando en el metro, incluso extrañando en las distancias y en la impaciencia del tiempo por transcurrir –porque nuestra carrera, que es corta, como que nos hace menos pacientes.
Siempre somos bailarinas, y he descubierto cuánto encanta, cuán desconocido es y cuánto temor genera. Admiración, desconocimiento y temor.
Pero no lo puedo evitar, decidí serlo cuando todavía no sabía comer pescado con espinas; y aunque decida retirarme, estoy segura que lo seguiré siendo, porque vino conmigo en el paquete.
Y la verdad, no me conozco de otra forma.
1 comentario:
thumbs up!
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