13 agosto, 2008
De la muerte de Giselle
A las 4:05pm terminó la última clase que por esta temporada recibíamos de los maestros cubanos. Javier Sánchez dirigió el calentamiento de despedida, que aunque fuera eso, un calentamiento, no dejó de ser una hora llena de conocimientos y concienciación plena en pro del propio cuerpo y mente, en cada ejercicio.
"Gracias muchachos" dijo, y todos aplaudimos con todas las ganas que teníamos de agradecerles, de desear que se quedasen más tiempo, de que esa energía transmitida durante la clase se mantuviese no sólo para la última función, sino por siempre.
Fui "amiguita" de Giselle una vez más y lo disfruté como nunca. Me sentí campesina, ingenua y felíz de bailar...ah, si...eso lo hago siempre. Sentí la angustia de Giselle y su locura. Sentí la desesperación de su muerte. Y lo mejor: luego sentí el cambio.
En la historia (obvio) yo no muero, pero debo transformar esa alegría y tristeza plenas que interpreto en el primer acto para convertirme luego, al segundo acto, en un espectro fantasmal que ama bailar y disfruta el hecho de matar hombres sólo porque se lo merecen. Argumento que, valga decir, me encanta; algo creepy, lo reconozco.
Fui Moyna, una vez más y esta vez no sólo decidí disfrutármelo, sino tambien vivirlo. Creerlo.
El traje puramente blanco, el maquillaje tétrico y hermoso, la música brillante e hipnótica, y las otras 20 willis (con la intención de ser) casi idénticas, hicieron del escenario un bosque real en el cual todas las noches salimos de nuestras tumbas para reunirnos a danzar lo que nos faltó por danzar en vida y dispuestas a hacer bailar hasta morir cualquier hombre que se atreva a entrar en nuestro círculo.
La magia fue hermosa y hasta creíble, la experiencia única: los ensayos, las maestras, los bailarines...la gente.
El aprendizaje trasciende, y estoy casi segura, más allá de lo que aun entiendo.
Lo vivido en las salas, en el escenario y en el "Raja" con esta gente quedó en mis venas, en mi aura, en mi mente y esto sí me lo llevo conmigo en vida o en willi.
paz
04 agosto, 2008
Soy Moyna
Domingo 03 de agosto. Seis de la tarde. Preparada para la segunda función de Giselle. La primera fue buena y emocionante, como todo estreno.
Ayer fui Moyna, una de las dos Willis del segundo acto, y sin haberme dado cuenta sino hasta hacía unos días atrás, mi primera vez como solista... ¡en
Como Willi debo ser etérea y fantasmal, correr como si flotara, saltar como si volara, totalmente incorpórea, pero pensando a la vez en brazos, torso, attitudes, cabrioles, assemblés, balance en arabesques…
Sin embargo decidí disfrutarlo, decidí ser
Fui Moyna, en la versión cubana, y lo hice bien: un orgullo para mí misma, otra razón para convencerme de seguir trabajando cada vez más en este arte, como me lo dijeron las luces de la noche.
Yo estaba allí, vestida de Willi, con un logro que recién había obtenido al lado de una Dama de la historia del ballet, y con otras veintiuna bailarinas y dos bailarines con quienes había vivido la experiencia de danzar el Reino de las Willis del ballet Giselle.
Desde el escenario
(escrito el 28/07/08)
He estado lejana del blog, a pesar que en mi mente rondan constantemente las ideas que aquí quiero dejar, pero sin ánimo de justificarme no había podido hacerlo.
Hoy comenzaron los ensayos en escenario y lo que he vivido previo a esto ha sido (y disculpen mi intensidad) hermoso!