Cuando de emociones se trata, en ocasiones me encuentro con todas volcadas en mi estómago. Quizá perciban otros un tanto de bipolaridad en los contrastes emocionales que se me presentan, pero desde las vísceras hasta la cabecita que tengo -bueno, algunas veces- me puedo entender.
Una cantidad de situaciones he estado viviendo en torno al Teatro y al oficio que hago. La cuota de incomprensión y escasa valoración del arte -que no sucede solo aquí, estoy segura- ha generado descontentos y acciones que nos ha encendido en los bailarines la lámpara de alerta en defensa de nuestra labor.
Y eso está bien, muy bien.
Es aquí donde se mezclan las emociones: dosis de decepción, pizcas de tristeza, cucharadas de impotencia. Sin embargo no merma la sobredosis de amor y ganas de seguir bailando y generando en el escenario lo que es imposible sentir en otro lugar. E insisto, en ningún otro lugar.
Luego de unos meses, vuelvo a la Ríos Reyna. Siempre me será emocionante montarme en ese escenario, no existe otro espacio que se compare, quizá por representar una meta lograda, retos que van andando y otros que vendrán. Hasta ahora, y a pesar de un montón de contratiempos, el 2011 se vislumbra con un montón de buenas y nuevas oportunidades que me llevan con ansiedad -de la buena- y –más- alegría a las tablas.
Cada día me convenzo más de que me encanta hacer lo que hago, para vivir –¿o sobrevivir?- pero definitivamente porque es mi razón poderosa de vida. Si me preguntan, esta vez seré tres personajes tan distintos e histriónicos, y cuánto me emociona interpretar cada uno como si ellos mismo representaran todo esta melcocha de emociones en un solo estómago.
Cupido, la Bruja y una chica que visitando un museo se enamora.
Así de distintos son.
Aseguro dejar los hiatos en estas Siluetas y explicarlos cada uno antes de bailarlos. A modo de hacer catarsis y compartir en letras –lo más que pueda- lo que danzo.
paz.-
1 comentario:
ya no aseguraré ni prometeré más nada.
que sea lo que sea.
salud!
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