11 mayo, 2011

Tres seres recientes

Por el día de las mamás (con retraso)

Celebro las madres, lo que hacen y lo que entregan por sus hijos.
Celebro la mía porque es la mejor, a pesar de una lista larga (¿y quién no la tiene para su mamá?)
Lo de abajo lo escribí en septiempre del año 2010, a mi regreso de haber conocido a Salvador, uno de los protagonistas de la historia.
No lo había publicado, así que después de un largo hiato en mis Siluetas y una libreta mal ubicada, lo saco a la luz de la web.
Gracias a las madres de estas tres personitas por hacerme tía.



La primera vez que vi a Sarah, no podía entender como un ser tan diminuto y amarillito de menos de tres kilos era capaz de generar y emanar tanta energía. Sus mejillas, su respiración, su paz me enamoraron enseguida y ahí mismo me di cuenta lo fácil que era simplemente verla y que así pasaran horas.
Siete meses después, me encontré con Maya, sólo mil gramos más que Sarah y un montón de pelos azabache y disparados que la hacían ver tan adorable dentro de sus ropas rosadas.
Hace una semana fue Salvador, quien con sólo ocho días de vida me impactó con su mirada profunda, como hurgando a través de mis ojos los pensamientos que debido a nuestro encuentro, yo generaba.

En cada encuentro, sentí paz que sólo un ser de pocas horas de haber conocido este mundo puede lograr. En cada nueva personita, me di cuenta cuán diferentes somos los seres humanos desde el momento que nuestras madres nos tienen dentro de sus vientres y aceptan traernos al mundo.

Con Sarah entendí el amor sin condiciones, sentí un pedacito de mi misma transmutado en la criatura más hermosa que había visto –y que aun lo es (*)- y además salió de mi un “cariño maternal” que de alguna manera creía extinto.

Maya me demostró que desde que somos embriones sentimos absolutamente todo, y que la conexión con el ser que nos da la vida es lo que nos mantiene vivos o no. A través de ella, también valoré sin preámbulos la importancia de que primero se es mujer y después bailarina, o todo lo demás, que no importan las circunstancias, se sigue porque sí se puede.

Salvador, con sus ojos profundos y meditabundos me explicó la valentía… El valor de ser madre, aceptarlo felizmente sin haberlo esperado y de la fortaleza de espíritu que da un hijo a pesar de no contar repentinamente con la presencia de quien sería su abuela.

Sarah, Maya y Salvador me han dado la alegría de ser tía y aunque no me animo –ni pronto siquiera- a las labores maternas, tener en mi vida estas tres criaturas me ha enseñado en poco tiempo del valor, la admiración, el coraje y lo especial de ser mujer y madre, y de disfrutar cada momento que comparto con ellas y él, porque pronto crecen y todo cambia. Como la vida misma.

1 comentario:

Mayra Cecilia dijo...

Mucha de tu increíble sensibilidad nos regalas en esas líneas, hijita.Un bello texto que invita a reflexionar en cuanto a las emociones y todo lo que a veces desconocemos en nosotros mismos.Mil cariños para ti, tu otra mamá.