18 noviembre, 2009

Y empezó Cascanueces

Llegó diciembre. Cierto, aun no según el calendario, pero ya el año casi acaba, y eso quiere decir que llegó diciembre. Para mi, eso es: Llegó Cascanueces!
Para la mayoría significa utilidades, regalos, compras, viajes, la familia, fiestas. Para mi, significa trabajo y más trabajo.

Luego de regresar del sur, iniciaron los ensayos del "Casca", y de verdad resulta gratificante bailar este ballet, incluso desde los ensayos. Para todos quienes participamos en esta obra es un honor cerrar el año con tal broche de oro que nos alegra de principio a fin.
La fiesta, la batalla, el reino de los dulces, la música! ....todo es un deleite pleno, un reto, un orgullo, una conjunción de emociones que danzamos en el escenario siempre a casa llena.
Este año seré Clara, la misma que interpreté por primera vez el año pasado y cuán feliz me hace poder indagar de nuevo en el espíritu de esa niña soñadora que empieza a vivir.
Satisfecha de descubrir nuevas cosas en ella y sobre todo en mi, empiezo a hurgar una vez más en sus sentimientos y en cómo madurar el mismo personaje un año después, siendo ingenua, juguetona, soñadora.
Parece fácil ser niño, pero resulta todo lo contrario, pues cuando nos volvemos adultos olvidamos lo delicioso de tener esa edad infantil en la que los problemas son, por ejemplo, recibir el ultima regalo de la fiesta. Yo tengo ese placer nuevamente a través de Clarita, así que la exploro y la dejo que haga de mi, la niña que una vez fui.

paz.-

11 noviembre, 2009

Desde adentro del Solís



Fui al sur y vine. Estoy como repetitiva, pero es que hoy me di cuenta que Montevideo no pasó por este blog. Solo Galeano... mmm... uff si, menos mal.

Pero no se puede obviar que yo: bailé en el Teatro Solís de Montevideo.

Hermoso, sí hermoso. Mágico, sí, todos lo son. Cada uno con su encanto, con su historia, con sus recovecos por descubrir, sus puertas que reúnen secretos, sus espejos que acumulan reflejos, sus tablones que guardan y proyectan música hecha con astillas...
Estar en pleno escenario siempre es una sensación de esas que no puedes decir exactamente qué es porque además cada uno tiene un no-se-qué, y el Solís tuvo su no-se-qué que me cautivó desde que lo conocí, justo en el momento en el cual técnicos de escenario colocaban los linóleos sobre el piso.

Allí bailé frente a un público desconocido, con toda la intención de sentir cada movimiento para que quedara por siempre en mi memoria corporal y no olvidarlo nunca.
A casa llena y de pie fuimos ovacionados. Y aquí se llenaba de nuevo este ego de artista, de esfuerzo retribuido, de plena autoconfianza, de un placer que no se puede comparar con algún otro. Porque de verdad, el placer de recibir aplausos en un teatro es sublime.

Sin embargo dos cosas puedo acotar. Aunque primero critiqué la inseguridad también puedo decir que en Venezuela hacemos las cosas bien; ahí están las orquestas y me pregunto, "¿por qué nosotros -bailarines- no?" .... La segunda es que también respiro el aire orgulloso de tener en mi día a día un teatro maravilloso!

....

(que por qué no se, pero entre todas, con esta aria me acuesto...
...cuando realmente no puedo dormir)

Una furtiva lagrima
negli occhi suoi spuntò:
Quelle festose giovani
invidiar sembrò.
Che più cercando io vò?
Che più cercando io vò?
M'ama! Sì, m'ama, lo vedo. Lo vedo.
Un solo istante i palpiti
del suo bel cor sentir!
I miei sospir, confondere
per poco a' suoi sospir!
I palpiti, i palpiti sentir,
confondere i miei coi suoi sospir...
Cielo! Si può morir!
Di più non chiedo, non chiedo.
Ah, cielo! Si può, Si può morir
Di più non chiedo, non chiedo.
Si può morir, Si può morir d'amor.

(claro que se por qué...porque es hermosa!)

09 noviembre, 2009

de.regreso

Ya son dos mañanas las que corren luego de haber regresado del sur. De un sur que me enorgullece como suramericana -valga la redundancia- pero que me obliga a pensar de nuevo en el por qué en mi país no pueden funcionar las cosas como deberían, o al menos a un nivel más óptimo.
La inseguridad es el tema número uno, y creo que es lo que uno menos extraña al salir allende nuestras fronteras. Se hace hasta raro andar en calles ajenas sintiendo un temor casi innato, cuando generalmente no es necesario, o si, pero no como estamos acostumbrados en esta ciudad en la que vivo.
Insisto en que no tolero cuando escucho frases como "este país no sirve" o "que mierda este país", porque realmente no es así. Que puede ser mejor sí, y me pregunto muchas veces qué es lo que hay que hacer para que funcione, para no tener que caminar asustada cuando voy a hacer mercado, para no tener que abrir rápido la reja de mi edificio evitando que allí me atraquen, para no despertar a media noche escuchando disparos, para no calcular horas, minutos y posición del sol a fin de que no me tome la noche sola en la calle. Y cuánto me entristece esto, sabiendo que disfruto en grandes cantidades caminar sola de noche la ciudad. Pero aquí definitivamente, no se puede.
¿Qué es lo que tenemos que hacer o hasta qué punto debemos tolerar esta manera de vivir?
Sí, Venezuela es hermosa, pero honestamente preferiría vivir con tranquilidad en otro lugar.
No me culpen, o cúlpenme si quieren, seguramente no estoy sola en esto.

03 noviembre, 2009

Tierra de grandes

Hace dos días estaba en una ciudad bastante impersonal llamada Rivera, la cual está compartida entre Brasil y Uruguay, gracias a la frontera que la divide. Una ciudad de compras, nada que me interese. Solo fueron dos días allí, lo suficiente para llegar, descansar del largo viaje, bailar una función -que resultó ser excelente- y alejarnos de allí para ir a Montevideo.
Ahora estoy en la capital uruguaya, en la ciudad de Eduardo Galeano y cómo quisiera contar más cosas pero entre el tiempo, el horario contado y el cansancio no he podido dedicarme a esto.
Ansiosa por llegar a esta ciudad me sucedió algo lindo.
En el camino entre Rivera y Montevideo -unas ocho horas de viaje- paró el bus en la carretera en un pequeño restaurant sin nada especial, en medio de una carretera larguísima, en medio de una larga jornada entre las pampas uruguayas, podría decirse que en medio de casi nada, o de lo mismo. Allí comimos lo suficiente para continuar el viaje hasta nuestro destino.
Al montarme de nuevo al bus le pregunté al conductor cómo se llamaba la zona.
"Esto es el Paso de los Toros".
Yo, perpleja me doy cuenta. Paso de los Toros.
El lugar que vió nacer a Mario Benedetti.
Lamenté no haberlo sabido antes. Montada en el bus y a través de la ventana, más adelante vi el pueblo de Benedetti con la satisfacción escasa de haberlo caminado un rato aunque sin saberlo, y con la nostalgia de haberme quedado un rato más. Una cuota de su inmensa energía que aun vibra en este mundo estaba allí, la de su origen. Fue lindo haberlo sabido y haberlo visto aunque sea de paso.
Qué satisfacción esta la de estar y bailar en la tierra de dos viejos de los GRANDES.

paz.-