Cuando él me dijo "párate sobre ambos pies", sólo respiré profundo y poco a poco lo hice.
Luego me sorprendió con un "ahora da un paso, camina hacia mi".
En ese momento lo miré fijamente, y sin darme cuenta empecé a verme hacia adentro. A veces quisiera lograr esa interiorización tan rápidamente como en aquel instante, que habrá durado no más de un segundo.
Pensé en el hueso que ya no estaba porque nunca debió haber estado, ¿o si? -me pregunté una vez más- deseando saber -de nuevo- por qué era yo la que estaba pasando por esto y no otra persona. Pensé en cómo habría resultado la cirugía y en si ese tobillo, que hacía ocho días recibía una sutura, hoy estaba listo para recibir el peso de mi cuerpo. Pensé por qué se me ocurrió haber tomado esta decisión y recordé de nuevo todas las veces que no pude ensayar, o que lloré de rabia, o que no dormía porque el fulano huesito molestaba, entonces de nuevo ratifiqué que estaba bien. Y ¿por qué yo?, una vez más. Sentí que se me acercaba la inseguridad y la retiraba -lo lamento, ya no eres bienvenida- y luego fue como si todos los miedos se me atosigaron como al final de un embudo y se escurrian desde mi mente hacia mi tobillo y no podía mover un músculo.
En aquel parvo espacio, no podía estar más segura y confiada, y sin embargo sentí miedo.
Miedo que me cuestionaba, miedo que me inmovilizaba, miedo heterogéneo, miedo absurdo.
Miedo. Y pensé en las personas que pasan por estados de inmovilidad casi absoluta y luego de meses logran levantarse y se enfrentan al reto de dar ese paso.
Miedo. Quizá al dolor, o al fracaso, a haber fallado en esta determinación.
Y me di cuenta del valor que se necesita para vencer este impenetrable miedo para dar ese paso que te dice: adelante, tú puedes.
Volví, lo miré a él y le pregunté: "¿hay alguna manera que me haga daño con este paso?" y su absoluto, rotundo e indiscutible NO, me regresó a mi interior y mandé al carajo todos los miedos en un sólo saco -como mismo se aparecieron-, respiré, me sonreí a mi misma, apoyé mi pie y di ese paso.
Esa vez, la recordé hoy porque volví a tomar valor y di un paso... sin muletas.
Volví a sonreirme y, una vez más, mandé cualquier miedo y duda al carajo.
4 comentarios:
Y asi debe ser...
Dudas y miedo al carajo, y la vida a la mierda!
la vida nunca nunca a la mierda! solo los miedos, pues ellos, aunque a veces necesarios, la complican innecesaria y absurdamente.
Ando en eso, mandando miedos al carajo...
... miedos profundos, del corazón, derivados de sentimientos, derivados de experiencias pasadas.
Ando preparándome, como capullito en formación, para cuando llegue la hora de encontrarme con ese ser que anda esperando que yo dé un paso hacia adelante, hacia mi futuro, hacia mi porvenir...
... pero de eso, hablaremos luego, cuando puedas dar muchos más pasos adelante, cuando puedas venir a Caracas, cuando hoy sea un recuerdo más.
;)
Abrazos, muñeca de papel, mi hojita de abedúl!
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