Uno de estos días,
Karlamil, mi amiga y colega, escribió esto en su perfil de facebook:
“Quiero hacer ballet, se me va a olvidar”.
Acto seguido, una extensa y ruidosa carcajada.
Mi maestra en la escuela de ballet, siempre decía: “Falta a la clase de ballet el primer día y lo notas tú, al segundo día lo nota el maestro, al tercer día lo nota el público”.
Sinceramente, ella tiene toda la razón, pero luego de terminar una temporada larguísima sin descanso, ansías las vacaciones con premura.
Entonces, dos semanas de vacaciones navideñas son gratificantes, pero cuando sigue la tercera el cuerpo empieza a –literalmente- doler. Y ni contar la cuarta.
Lo más increíble es que pueden suceder pausas, ya sea por vacaciones o lesiones, de un mes, o dos, o hasta cuatro como me pasó a mi, inclusive de años, y luego al intentar siquiera hacer un
tendú, él ahí mismo esta deslizándose perfectamente desde la quinta hacia la extensión de los metatarsos; el
plié correctamente alineado cadera-rodilla-dedos; y el
arabesque aunque puede molestar un poco por la pérdida de fuerza, bien conoce su camino hacia los noventa grados, incluso más.
Allí, sin haber perdido ni la noción ni el nombre, están cada uno de los pasos, cada movimiento, cada posición.
Luego de pasar desde mis cuatro años de edad haciendo los mismos pasos, yo pensaba –luego de lo que escribió
Karlamil- que debe ser imposible que se me olvide hacer ballet. Quizá sienta lo distinto que es mi cuerpo ahora comparado a cuando tenía 18 años, y que sienta un poco la pérdida de fuerza y elasticidad por el descanso, pero bastan unas dos semanas de clase, inteligencia y paciencia para recuperar pronto los
tendús, los
pliés, los
arabesques que nunca se olvidaron y nunca se olvidarán, ni siquiera el
rond de jambe en l’air que -oh, Dios- cómo duele cuando hay desentrenamiento.
En estos días, decidí mantenerme con yoga y descansar el cuerpo, la mente y el tobillo, que bien lo necesitan luego del leve esguince que fue y ya no es.
Ni será.
De todos modos, ella, mi amiga y colega, también sabe que el ballet no se nos puede olvidar jamás.
Y si se me olvida, lo volvería a aprender,
sin duda alguna.