15 diciembre, 2008

120 minutos

Fue como la magia. Para los que en ella creen.
Yo sí y para mí lo fue.

Los nervios no me dejaron dormir la noche anterior, traté de relajarme...respiraciones profundas y todo eso, pero nada funcionó.

La magia comenzó en la clase de Maria Alejandra, ella que pareciera venir de otro plano. Su energía impregnó la sala H desde las 9 am del domingo, y fue suficiente para dejarme llenar por ella y darme cuenta que ya todo lo sabía, que ya lo había trabajado y que lo que tenía que hacer era simplemente disfrutarlo.

La sensación de alegría, de expectativa, de emociones tan antagónicas, no me dejaron hablar cuando me preparaba, pensando que en un poco tiempo debía ser la niña de quien depende gran parte del aura del ballet, quien recibe un cascanueces de madera de regalo, representando todas las emociones que muchos espectadores perciben, o incluso viven, al observar por aproximadamente 120 minutos, un mundo irreal que trata de ser cierto sobre las tablas de la Ríos Reyna.

Ya arriba me entregué. Antes de subir telón escuché mi nombre anunciado en la Sala, y sobre el piso del escenario, me lancé y lo besé y le pedí que fuese mío, y le agradecí al Universo y a mi Dios por esto, porque años atrás era yo quien escuchaba los elencos de la función, como público, proponiéndome que algún día mi nombre sería dicho. "En el rol de Clara: Bernardette Rodriguez". No hizo falta más nada. Subió el telón y me convertí en Clarita.

La fiesta, el Cascanueces, los ratones, la batalla, la transformación... Amé esta escena como ninguna otra.

Como la magia en la cual lo inesperado sucede, cuando aquel muñeco de madera crece y pasa a ser de carne y hueso; mi piel se erizó y a mis ojos se acercaron las lágrimas en un intento de recordarme que allí estaba disfrutando lo que desde hacía mucho tiempo había querido vivir. Las luces, la orquesta, el árbol, Drossel, mi Casca.... el escenario en pleno cobró vida debajo de mis pies y subió por mis tobillos, rodillas, cadera, cintura, pulmones, corazón, cuello, boca, nariz, ojos, hasta llegar al alma donde fui (sin éxito en la búsqueda de una mejor expresión) plenamente felíz.

¿Fallas? sí, algunas. ¿Cosas que mejorar? un montón. Pero aunque suene a cliché, no hallo palabras para describir lo que mi espíritu vivió durante esos 120 minutos. Quizá en una próxima vida consiga las frases que lo expresen exactamente.

Si la felicidad es temporal, la sentí el domingo; si es un estado mental, trataré de recordar siempre que sí pude, que sí puedo y que sí logro lo que deseo. Porque lo escribo, porque lo veo y sobretodo, porque lo bailo hasta el último nervio, hasta el último cabello, hasta la última fibra y hasta el último vestigio de razón y sentimiento.

Fui Clarita y mañana seré ella de nuevo, cada vez mejor. Cero nervios esta vez.

paz.-

1 comentario:

Anónimo dijo...

que emoción!!

Clarita es la mejor.!!!!

te felicito Berna!

me hubiese gustado verte, de verdad

FELICITACIONES

Lorena Pulido
=)