A veces quisiera tener a Belladona conmigo backstage. Pasan tantas cosas que, aunque hago el esfuerzo de recordarlas para luego dejar aquí grabado lo que sucede, no logro atinar todas y cada una de las ocurrencias. Claro está, estos sucesos los detallo cuando no soy Clara en la función, cuando siento tener un poco más de tiempo y paz mental como para fijarme en otra cosa que no sean o Ricky o yo misma.
Para el público, el cambio de escena de la Batalla al Reino de las Nieves, es hechizante. Resulta satisfactorio escuchar los suspiros de quienes se dejan impresionar por la metamorfosis de cuando el telón elevándose descubre la Reina de las Nieves danzando con su Caballero una de las melodías más hermosas del ballet.
Pero lo que ocurre detrás de ese telón, justo antes que se levante es aun más increíble. La primera vez que lo viví me dejé llevar por la precisión de los técnicos que forman parte en el proceso, cada uno con su tarea definida a fin de crear una escena de invierno en poco menos de 2 minutos. La rapidez, el método y la eficacia a pesar del escaso tiempo, el humo y las sobras de la intensa Batalla, se dejan colar entre carreras al parecer desesperadas pero bien sincronizadas del equipo.
No todo el trabajo es de los bailarines. Creo que (y que me disculpe mi gremio) si no fuera por estas personas que con tanto trabajo apoyan el nuestro, gran parte de la magia del ballet se perdería. Ellos se lo merecen. Bravo.
Y aunque hoy vuelvo a ser Clara, delante de mi público guardo el secreto de saber lo que sucede detrás de mí, tras el comodín y actúo como si no lo supiera.
paz.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario