Es viernes seis de febrero. Según me dicen los números que leo son las catorce y veintiséis porque de resto no entiendo más nada. Sentada en un tren alemán y no francés, luchando con el sueño y el cansancio para que soporten la espera hasta conseguir un lugar donde descansar horizontalmente como Dios manda. Conocer Alemania nunca estuvo en mis prioridades, pero no es por conocer que vengo a parar en la tierra de las salchichas. La “casualidad”, como mejor se conocen las cosas que deben suceder aunque sea de maneras peculiares -las que son “meant to be”- me trajo a pasitos hasta aquí sin yo misma darme cuenta, sino cuando el tren que se dirigía a Magdeburg llegó a las trece y dicisiete al andén cuatro del Zoologischer Garten. A ver hasta donde me llevan estas mal llamadas casualidades.
El frío es igual, hasta ahora. Aun no veo nieve, pero sí lagos congelados. La gente es más fría, y las casas del camino como las de la Colonia Tovar.
Qué cosas! Estoy en Alemania.
Aun no conozco la Colonia Tovar.
paz.-
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