No creo en la violencia.
Rechazo la guerra, las represalias, la injusticia y sobre todo la discriminación.
Aunque pueden ser varias las ocasiones en las que me vea metida en una discusión y allí me encuentre alterada, estas no se tratan de la búsqueda del conflicto sino de defender lo que seguramente creo correcto, o que por derecho me corresponde.
En mi tesis de grado investigué el tema del VIH/Sida, buscando entre otras cosas, establecer qué es correcto y que no a la hora de hablar y escribir sobre este tema en los medios de comunicación, a fin de evitar lo muy temido en las personas VIH+: la discriminación.
Resulta muy difícil para una persona saberse portadora de un virus que tiene pésima fama, pero es aun más difícil tolerar diariamente toda clase de rechazos, insultos, humillaciones y desprecios, únicamente por esa razón. Lo mismo sucede con hombres y mujeres homosexuales, quienes incluso hoy día son víctimas constantes de una absurda exclusión basada en la orientación sexual y/o identidad de género.
No está de más señalar que en el mundo dancístico, encontrar hombres gays es algo cotidiano y no se si deba a eso, de conocerlos un poco más, que rechazo los desprecios que pueda encontrar cuando salgo de “mi mundo” y me percato que la homosexualidad normalmente no es bien recibida.
Ser gays, lesbianas, bisexuales o transexuales no los hace ni malas ni menos personas. Incluso varios de los que he conocido, son hermosas almas. Pero a fin de cuentas, nada justifica un desprecio que se excusa en una vaga lógica de relaciones sentimentales o sexuales, o enfermedades, o color de piel, o decisión de credo, o el simple género.
Creo que como seres humanos únicos, ya somos lo suficientemente diferentes como para seguir buscándonos razones para dividirnos. Si aprendiéramos a ver lo esencial, aquello que dice El Principito que es invisible a los ojos, seguramente este mundo fuese otro.
paz.-
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