19 mayo, 2009

Quince

Ando con ganas de escribir, de decirlo todo. Pero prefiero mejor no.
Quizá sea que el Poeta haya cambiado de dimensión, o es el reposo ya decidido pero forzoso lo que me tiene así. Con esto de no se qué decir.
(O no sé cómo decir?)
Ayer, temprano en la mañana la piel erizada me despertó, en la clase la molestia que no pasa me desbordó la paciencia, en la tarde la decisión me desubicó, el viento y el café me hablaron de calma y cerca de la noche las palabras “dulces” me dieron ánimo.
Pero la paciencia se agota y el ánimo desvanece.
Quince días.
Quince días alejada de la sala H y del escenario para sanar totalmente.
¿Volveré a escuchar las palabras “dulces” cuando sienta que se va esfumando la energía?
No respondas. Preferiría escuchar que sí y no más.

Debo hacerlo: lo de "defender la alegría" como lo dijo el Viejo.

Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas
(...)
defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres
(...)
defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar y también de la alegría.

Defensa de la Alegría
Mario Benedetti

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