Recientemente vi de nuevo una película que me gusta mucho:
Mona Lisa Smile. Ambientada en la década de los 50, desarrolla las situaciones en las que se involucra una profesora de arte muy liberal para la época, quien decide enseñar en una escuela para señoritas en la cual los estereotipos y la moralidad rige una generación que estudia sólo para aparentar un estatus que luego será sustituido por ser la “señora” de alguien. En su primera clase Ms. Watson, muestra la pintura
“Cadáver” de Soutine (1925) a un grupo de jóvenes acostumbradas a estudiar Degas y Renoir. Ellas no entienden, buscan en sus libros inútilmente y se genera una discusión en la que surge la interrogante: ¿qué es arte? Esta permanece en sus mentes a lo largo de la película. Y en la mía.
No es primera vez que me hago esta pregunta, además que es fácil reconocerlo a través de los clásicos ya sea en las artes plásticas o escenográficas. Pero muchas veces me lleno de indignación de observar como algunas cosas pueden ser llamadas
arte.
No soy netamente clasicista ni estoy en contra de todas las expresiones artísticas que puedan ofrecer las nuevas generaciones, pero creo en la sublimación del arte, en su superioridad y en la diferenciación que debe existir con otros tipos de creaciones.
Estuve en el museo de arte contemporáneo
Centro Georges Pompidou de París, y mientras recorría sus amplios pasillos me he deleitado con un sin número de obras consideradas hoy día obras maestras del siglo XX. Sin embargo, me topé con algunas “obras” que se acumulan en el espacio de la indignación que comentaba hace dos párrafos.
Un cuadro azul. Bueno, no cualquier azul, era un azul grisáceo o más bien azul marino grisáceo; y tampoco era cualquier cuadro, pues sus orillas tendían ligeramente a la concavidad, así que tampoco era un cuadrado exactamente. ¿Es esto una broma? ¿Es esto arte? Lo veo. Me repito las mismas preguntas unas trece veces más y continúo.
Unos quince metros más adelante del mismo pasillo, otra “expresión artística”: en el piso el tronco de algún árbol cortado longitudinalmente y (creo) barnizado… Me quedé viéndolo, juro que traté de abrir mi mente y aportar nuevas visiones a mi limitado criterio, pero no pude, para mí eso era un árbol muerto.
Me ha pasado cuando asisto a espectáculos de danza contemporánea, en los que debo comprender y apreciar la obra objetivamente sin el juicio filtrado por los ojos de una intérprete y defensora de la danza clásica. No obstante, no me hace falta un significativo esfuerzo y creo saber reconocer lo que se hace bien y lo que se hace mal, o lo que nada dice.
Recuerdo el solo de una chica que caminaba de un lado a otro con el marco de un cuadro y en cada nueva posición se paraba sobre el mismo, sin hacer nada. Luego tres otras –demasiado vanguardista para mi gusto, si de eso se trata- cuya propuesta escénica era un impro con agua, se mojaban, saltaban, se arrastraban en el piso –incluso una tomaba ron antes de su interpretación- pero nunca vi que bailaban.
¿Qué me quieren decir? ¿Es esto danza?
Yo no soy quien para determinar qué es arte -o qué es danza- y qué no lo es y sé que si lo dijera seguramente no importará mucho. No obstante considero al arte ser un indicador tangible de la emoción humana, pero debe tener un modo de ser dicho, expresado y transmitido.
Actualmente, no tienen que haber cánones estrictos que encasillen una intención, ni limitar las vías expresivas, ni manejar un espacio estético predeterminado (aquí entraría la discusión sobre qué es la estética) pero si el arte es lo que ha sido desde que la humanidad existe, y no todo el mundo es considerado artista, ¿por qué habría de ser arte un plano cuadro azul o una mujer sentada dentro de una tina de agua?
Así como me cautiva Monet y Rembrandt, me siento fascinada por Picasso y Dalí, y admiro a
Didier (un artista plástico amigo). Así como escucho placenteramente a Chopin y Rachmaninoff, disfruto de The Doors y la Joplin. Y así como vivo por El Lago de los Cisnes y Giselle, me interesa muchísimo el trabajo de
Mats Ek y de
Wayne Mc Gregor.
No pretendo responder el título de este artículo pues aun sigo explorando para comprender esto que los humanos llamamos arte, y aunque disfruto intentándolo, seguramente no le hallaré respuesta debido a su naturaleza subjetiva.
Aclaro esto. Reconozco y defiendo el discurso que así como la belleza, el arte también está en los ojos de quien lo mire. Esto lo valoro, aunque el criterio de algunos ojos yo no lo comprenda.
Ilustro enlanzando un video de una parte de
Infra, coreografía de Wayne McGregor, interpretado por bailarines del Royal Ballet de Londres. Es una pieza abstracta y me parece limpia, excitante y bella, me arriesgo a decir que es como un Soto de la danza. Respetando al Maestro.
“No soy partidario de ninguna escuela, porque soy partidario de la verdad humana, que excluye todo grupo y todo sistema. La palabra “arte” no me gusta; contiene no sé que ideas de disposiciones necesarias, de ideal absoluto. Hacer arte. ¿No es acaso hacer algo que está fuera del hombre y de la naturaleza? Lo que yo quiero es que se haga vida; quiero que el artista sea algo vivo, que cree de nuevo, fuera de todas las escuelas, según sus propios ojos y su propio temperamento. Lo que busco ante todo en un cuadro es un hombre y no un cuadro”
- Émile Zola (1866)